viernes, 16 de octubre de 2009

khanimambo !

Sábiè, domingo 4 de Outubro de 2009
Dia dos Acordos de Paz em Moçambique (Roma, 1992)

São Francisco de Assis


Al terminar la misa de la Misión vinieron dona Zuna y dona Rabeca para quejarse de la actitud de Samuel y Sansom. Hablaron, lloraron, pidieron disculpas y tomamos algunas medidas en la casa para que no abusen de nuestra confianza y hospitalidad. Éste fue sin embargo, el primer pequeño disgusto del día.

Mientras estábamos en la reunión para aclarar el problema, corté una llamada que era de Rosa Chavango. Más tarde la llamé y supe que Glória dos Santos había muerto. La verdad es que me sentí fatal. Recordé cuando la encontramos en Korrumana y no podía ni hablar ni tragar. Mi hermano Roberto le dio 500Mt. Recordé las veces que la llevé al Hospital de Moamba, alguna vez de urgencia con grandes diarreas. Recordé cuando fuimos a rezar a su casa, y ella entonaba cantos a María llenos de fe. Recordé la última vez que la traje del Hospital y me contó todo el sufrimiento de su corazón, y sus proyectos y alegrías. Recordé la última vez que la acompañé a Moamba, no podía andar y no llegaba a los 30 kilos de peso, mientras dormía con los ojos abiertos. Recordé el jueves pasado cuando al regreso de Maputo fui a visitarla y no estaba. Mala señal, ya estaba en Maputo.



Khanimambo! Toda la vida, todas las vidas están en tus Manos, porque Tú eres La Vida. Ella ahora descansa en tu regazo después de tanto luchar. Llénala de todo aquello que siempre soñó y de aquello por lo que siempre esperó. Hoy es el día de la Paz y de San Francisco, toda una señal de que ella disfruta de Tu Paz por haber vivido con la misma sencillez y pobreza del santo de Assis.



Sábiè, segunda-feira 5 de Outubro de 2009

Estaba previsto que el cuerpo de Glória llegase a su casa a eso de las 14.00h, sin embargo el coche en el que venían se calentaba y tuvieron que cambiar en Moamba. De tal forma que llegaron cerca de las 16.00h. En ese momento decidieron que no harían una misa, sino unas oraciones y luego el entierro.

Mi sorpresa llegó al final, cuando acabamos de rezar cogieron el ataúd y se dirigieron a mi coche. Me sentí bendecido. En mi coche fue muchas veces al hospital; en mi coche hablamos, y ahora en él haría su último viaje. Delante, íbamos su madre Rosa y yo, en silencio. Me afloraron las lágrimas pero no dejé que asomaran a mis mejillas, mientras recordaba la bondad de su corazón.



Khanimambo! Su madre Rosa siempre al pie de la cruz. Desde el día que conocí a Glória hasta el día de hoy, siempre estuvo acompañada por su madre que no la dejaba ni a sol ni a sombra. Tenía el rostro desencajado por el sufrimiento: cuántas noches! Cuántas horas! Cuántos viajes! Cuánto dolor! Sin embargo, también su serenidad era reconfortante, parecía estar en estado de oración, sabiendo que Glória por fin, después de tanto sufrir, disfruta de la Gloria Eterna de Dios.