miércoles, 9 de mayo de 2012

Otros Ojos y otros Pies solidarios...



Sábiè, terça-feira 08 de Maio de 2012

                Corría, corría y gritaba sin saber a dónde me llevaban mis pasos. La gente también gritaba: “Van por ahí! Están allí! Entraron allí!” Mientras yo no paraba de gritar: mis documentos, por Dios!!! Mis documentos, tiren mis documentos!!!
                Me habían robado de la manera mas estúpida posible. Cuando entré en el coche, en la Avda. 24 de Julio, ya de noche (18.00h) buscando una bateria para el Land Cruiser, me tocan para decirme que tenía una rueda pinchada. Abro la puerta, mientras por el otro lado, su compinche abría la puerta y se llevaba mi mochila con todo: ordenador, cámara de fotos, pendrive para internet, móvil, chequera, llaves de mi casa y de correos, y la cartera con todos los documentos: DIRE, carnet de conducir, la captación para el examen del carnet y unos 15.000 mt... Es decir, todo.
                Mi reacción primera fue una parálisis, la segunda fue cerrar el coche (aunque luego me di cuenta que la puerta del robo se quedó abierta) y la tercera fue correr como un loco por donde la gente me decía que iban los ladrones.
                Fue hermoso, porque algunas calles más abajo, unos hombres comenzaron a correr conmigo detrás de los ladrones, al principio fue uno, luego dos y finalmente llegaron a ser cuatro. Pero al atravesar la Avda. Guerra Popular se nos perdieron dentro del mercado Mandela. Corrí hasta la puerta y me paré en seco. Vi un inmenso mercado totalmente amurallado y oscuro, lleno de recobecos y bares de mala muerte... Un auténtico antro de perdición. Pensé: “si meto un pie aquí acabarán por matarme a cuchilladas”. El miedo me paralizó y me quedé gritando inconsolado, viendo como se me complicaban mis últimos días en Mozambique antes de las vacaciones.
                Detrás de mí, aquellos hombres dijeron: “el Mandela sólo tiene una salida”, y los perdí de vista. Derrotado, volví sobre mis pasos pensando cómo denunciar el robo, cómo informar (tenía 20 meticales en un bolsillo) a los amigos, dónde quedarme esta noche...
                Cuando de pronto el Cielo se abrió para mí: “Señor, Señor!!!” Y aparecieron aquellos 4 hombres victoriosos con mi mochila. Habían corrido hasta la salida mientras yo me había petrificado en la entrada. Allí esperaron a los ladrones y cuando salían –cambiándose las camisas negras por unas blancas- les pusieron una zancadilla y les quitaron la mochila, echándose luego a correr.
                No me lo podía creer. No paraban de decir: “Mire y cumpruebe para ver que está todo”. Yo sólo saqué la cartera y comprobé que estaba el DIRE. Sabía que estaba absolutamente todo. No me pude aguantar e instantaneamente les fui dando a cada uno 500 meticales, y dicíendoles: “El agradecimiento no es con dinero, es con todo mi corazón”
                Fue hermoso. Ellos no lo esperaban y pusieron cara de asombro ante tal recompensa. Se notó que lo hicieron de corazón. Ayudar a un extranjero a quien no conocen, en medio de la noche, corriendo por las calles, y jugándose la vida con unos ladrones que podían estar armados... muestra que los mozambiqueños tienen un corazón muy grande. Yo no paraba de darles las gracias y de pensar en la suerte que tuve, o mejor aún, cómo me bendijo el Señor cuando ya me veía hundido en un gran problema de documentos.
                De regreso, todas las personas que me habían visto correr, me paraban para felicitarme y preguntarme cómo la había recuperado. Todos felices. Me ayudaron muchas personas que me indicaban el camino por donde ellos huían. Y de hecho, yo corría, no porque pensase que los iba a alcanzar, sino porque la gente me decían “van por ahí”, “entraron por allí”... y eso me daba moral para correr aún más. Los había perdido de vista hacía tiempo, pero otros ojos solidarios me indicaban la ruta, y otros pies solidarios acompañaban mi carrera de persecusión.
                No paraba de dar gracias y regresé al coche con una sonrisa en los labios que no parecía irse. Sin embargo, cuando entré al coche me entró de nuevo el pánico: cerré puertas y ventanas y salí pitando de Maputo. Llamé a todos los que pude para contarles la historia y deshagorme un poco de tanta tensión. Estaba bañado en sudor y con un fuerte dolor de estómago que me duró 3 horas y media. Luego comenzó el dolor en los hombros y espalda.
                De camino, pasando el río Matola, me llamó Paco y le conté todo el episodio. Paré para hablar, pero un coche se paró a mi lado y me tocó la pita. El pánico me invadió: “Me siguen, Paco!!!” Y él me respondió: “Sal de ahí!!. Arranca!!” Fue inmediato aceleré hasta perderlos de vista, cuando giraron en una entrada cercana. Luego me di cuenta que no eran ellos, y que lo que tenía era un simple ataque de pánico.
                El día había comenzado con sus problemillas, porque una vez más no aparecía en la lista del INAV para hacer el examen teórico, aunque finalmente conseguí hacerlo y creo que me salió bastante bien (claro que era el mismísimo examen que la primera vez). Fui el primero en entregarlo después de corregirlo dos veces. Si suspendo es porque me tienen manía persecutoria.
                Uno de los momentos más hermosos del día fue el reencuentro, después de 7 años, con el pe. Rafael Kwak (ingresado en el Hospital Privado de Maputo con una mezcla de malaria con la enfermedad que produce la orina de las ratas) con quien estudié portugués en Lisboa. También estaban el pe. Martinho y el pe. Guillermo (colombiano de la Consolata) que nos contó la tragedia de cómo asesinaron a su compañero Valentim. El pe. Rafael está grave, muy amarillo y débil. Regresará rápidamente a Corea hasta que se recupere.

                Inkomu! Hoy podría seguir escribiendo pero me duelen los hombros. Se me ha pasado el dolor de barriga y quiero comer el arroz con leche que preparó Pepita. Estar en casa, en esta soledad me reconforta, y te doy gracias Señor diciendo como Paco Martínez Soria: “La ciudad no es para mí”