Sábiè, sexta-feira 20 de Fevereiro de 2009
Aniversário do meu cunhado Juan Antonio del Río Rodríguez
El río no ha bajado ni un palmo. Seguimos con las compuertas de la presa abiertas 24h al día, así que nos toca bañarnos en el “fango” a unos 100 metros de su cauce natural por miedo a sus temibles moradores.
Ya me voy acostumbrando a meterme en un agua totalmente sucia con la intención de bañarme. Incluso no tengo miedo a jugar con los niños “al cocodrilo”, es decir, nadar bajo esas aguas turbulentas donde no puedes abrir los ojos y hay ramas, bichos y quién sabe si algo más.
Pero a todo no se acostumbra uno. Ayer mientras jugaba con mis dos nuevos amigos Papito y Jonas, Papito comenzó a apartar con sus manos la suciedad que flota en el agua color tierra para luego, haciendo un cuenco con ellas, beber agua. En un momento tuve la tentación de decirle que no bebiera, porque los brotes de cólera está al día, sin embargo pensé: “En su casa beberá esta misma agua sin hervir, sin filtrar, sin lejía… la mismísima agua”. Así que dejé que calmase su sed y continuamos jugando.
Qué difícil es aceptar las limitaciones de la misión. Me encantaría tener agua potable para todos, pero es imposible. Sueño con un día sin cólera en Mozambique, o donde los niños no tengan estómagos hinchados llenos de parásitos, pero hoy es imposible. Tan sólo para Ti es posible, y a Ti te lo pedimos: danos de tu Agua limpia, pura, de tu Agua de manantial que salta para la Vida eterna.
Sábiè, sábado 21 de Fevereiro de 2009
Ahora sí! Realmente estoy comenzando a disfrutar “sin palabras” de esta pastoral. Hoy comenzamos un nuevo sistema según acordamos en el encuentro de animadores de la parroquia: después de la segunda misa, hacemos visitas a los cristianos del lugar.
Hoy mi segunda misa fue en Incomanine. Al terminar fuimos a visitar a dos ancianos que viven a unos 10 km por lo que fuimos en el coche y cantando todo el trayecto. No nos esperaban, pero nos recibieron como agua de Mayo. La conversación se alargó y rápidamente nos sirvieron la comida. Lo pasamos en grande. Lo más que desean es que reces en su casa y así lo hicimos.
Cuando nos íbamos pregunté: “¿La comida la tenían preparada, o la hicieron en aquel momento?” La respuesta me dejó de piedra: “No padre, era la comida de ellos para este fin de semana”. Es decir, comimos unas 11 personas, y sobró, y todos sabían (menos yo, que ignoro aún las tradiciones) que era “todo lo que tenían para vivir”. Jamás lo hubiera imaginado. Además nos regalaron unas piñas de millo, a mí y a una mujer viuda. Todo lo entregaron con tanta alegría que jamás hubiese pensado que lo estaban dando todo.
Ahora, mientras recuerdo los platos con un poco de masa de millo y un poco de verdura, me doy cuenta de cómo supieron compartir para que todos tuviésemos algo que llevarnos a la boca, aunque ellos no cenen y posiblemente no almuercen mañana “como Dios manda”, pero han sido un Evangelio abierto, un testimonio rotundo de lo significa compartir dándolo todo. Khanimambo! Y te pido de corazón que me conformes con el corazón de estos pobres que saben darlo todo sin pedir nada a cambio. Khanimambo!
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