Sta. Bárbara – Máguez
Las mujeres nos miraron con mala cara, y no es muy normal. Yo no le di importancia, y de hecho ellas continuaron lavando sin importarles nuestra petición. Aquellas mujeres eran un poco extrañas, pero sólo después supe porqué.
Cuando llegamos a casa a descargar el primer viaje de agua, los seminaristas me dijeron que eran curanderas. Pero, ¿cómo lo supieron? Fácil, por las ropas. ¡Claro! Fue lo que noté diferente. Una llevaba una capulana totalmente roja, y las dos tenían trenzados pintados de rojo y collares llamativos. Los seminaristas confesaron tenerles miedo, y por eso no les insistieron cuando continuaron lavando su ropa.
Volvimos y ellas continuaban allí, pero unos minutos después se fueron sin decir adiós a ninguno de los presentes. Atravesaron el río y se fueron sin mirar atrás. Una parece ser aprendiz de curandera y la otra su maestra. Cuando ya comience a hablar un poco de changana me daré mis paseitos para conocer el otro lado del río y les haré una visita de cortesía.
En el río, João y Rafael me confesaron sus miedos a las curanderas. João que hace unas semanas fue mordido por un escorpión, está convencido de que el que matamos en casa fue puesto por alguien que le quiere hacer daño. El miedo, Señor. Todos tienen miedos a las curanderas y creen en todo tipo de supersticiones, (como cuando João me dijo que estaba contento porque consiguió matar al escorpión que lo mordió, y cuando eso ocurre, el veneno no mata y deja de correr por sus venas) y de creencias mágicas. Danos libertad, acaba con los miedos que nos paralizan. Gracias por ayudarme a sentir que ni enfermedades, ni escorpiones, ni curanderas, ni la muerte pueden conmigo porque Tú siempre estás conmigo. Kanimambo!
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