Ngungwe casi se nos resiste. Llegar hasta Mukakaza no es ninguna broma, aunque ya pasó una semana desde las últimas lluvias. El camino de ida y vuelta se nos hizo pesado. Salimos a las 6.00 y llegamos a las 16.30h, sin embargo el viaje fue muy fructífero.
Íbamos el sr. Simbine y yo con el material escolar donado por el Lucía Jiménez, Laureano, Idania y el CEIP El Quintero de San Bartolomé-Lanzarote. Llevamos dos objetivos: el reparto del material entre los alumnos y visitar a la APE en formación Dona Sónia.
La primera sorpresa nos la llevamos cuando llegamos a la Escuela. De 96 alumnos matriculados sólo había unos 25 o 30. El motivo es sencillo: elefantes. Estos días los elefantes están de paseo por la zona y la población está asustada. Encontramos a los guardas-forestales que están detrás de los cuadrúpedos, y también saqué fotos de sus huellas y de la devastación que producen por donde quiera que pasen. Toda la gente está alarmada porque no pueden hacer nada contra ellos, y una de las medidas es dejar a sus hijos en casa para que estén más protegidos. Así que repartimos parte del material entre los que pudieron venir y dejamos unas cajas para que las repartan a los otros cuando vengan.
La segunda sorpresa me la llevé cuando me iba a casa de Sónia porque los profesores me dijeron que irían conmigo. La semana próxima tienen vacaciones, pero como por allí no pasan muchos coches, aprovecharon para huir sin dejar pasar esta oportunidad. Así que los niños pasarán dos semanas sin clases, aunque tengan gomas, lápices, libretas, colores, afiladores, etc…
En casa de Sónia sólo encontramos huellas de elefantes, porque ellos ya no viven allí desde hace un mes que se divorciaron, según nos comentó una simpática viejita. Así que fuimos a buscar a Doña Rosa para que nos indicara otra persona para la formación como APE. Esa fue la tercera odisea.
Preguntamos dónde estaba su cercao’, y nos dijeron que muy cerca, así que dejamos el coche y fuimos a pie. Tardamos una hora y yendo a todo meter. Gracias a Dios que la encontramos porque con el calor que hacía pensaba que me derretiría por el camino. Al llegar nos invitó a comer sandías. Fue fantástico. La manera tradicional de comerla es partirla dándole golpes contra la tierra hasta que se raja; luego, se abre en dos y todos nos lavamos las manos en el agua-jugo que suelta. Luego todos metemos las manos y cogemos el bulbo carnoso, igual que se come la sopa de pan en el Ingenio pero sin cuchara: todos de cuclillas metiendo la mano en la sandía para coger su parte y calmar la sed. Fue un auténtico regalo de Dios en medio del infierno abrasador.
Ella aprovechó para pedirme que fuera a buscar el coche para llevar a su casa parte de su cosecha. Así que me tocó regresar con un señor a donde habíamos dejado el coche, aunque esta vez con el estómago lleno y bien apagada la sed con mi fruta preferida. Una vez que regresamos a su cercado lo llenamos de Manises (cacahuetes), de calabazas, de sandías y melones y nos fuimos a buscar al joven que ella proponía para ser enfermero.
El joven se llama António Mabalane y tiene 18 años. Es alto y fuerte y está dispuesto a hacer la formación. Todos hablan muy bien de él, y parece un buen chico. Así que “firmamos” el acuerdo con un apretón de manos y regresamos.
La vuelta fue tortuosa porque encontramos un camión que se quedó enterrado en el fango y al intentar pasar nosotros, nos unimos a su desgracia. Así que estuvimos casi dos horas sacando primero mi choche y luego el camión, remolcado por el mío. Fue imposible. Tuvimos que abandonarlos, no sin antes dejarles una sandía de consolación.
A la llegada pasamos por la Escuela de Chavane y dejamos también algo de material escolar para el Centro, pero mi máquina se quedó sin baterías y no pude sacar fotos de la entrega. Sin embargo, hablé con el director para que dentro de 2 semanas tengamos una pequeña reunión.
Inkomu! “Martes, 13. Ni te cases ni te embarques ni de tu casa te apartes” Casi se cumple el dicho, porque llegamos con un pinchazo y el coche pidiendo auxilio, después de estar casi una hora tirando por un camión de varias toneladas. Pasé por el mecánico para arreglar el pinchazo, así que llegué a las 17.00h a mi casa. Sin embargo, fue un día feliz. Sólo comí aquella sandía y a las 17.30 ya estaba saliendo para la Villa porque tenía misa con las Hermanas, lo cual me sirvió para agradecerte este día de alegría en los rostros de tantas niñas y niños, y por haber hecho posible la solidaridad de mi pueblo con este pueblo. Gracias! donado por el Lucía Jiménez, Laureano, Idania y el CEIP El Quintero de San Bartolomé-Lanzarote. Llevamos dos objetivos: el reparto del material entre los alumnos y visitar a la APE en formación Dona Sónia.
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