miércoles, 8 de mayo de 2019
Aquí estoy Señor, para hacer tu Voluntad.
Songo, quinta-feira
aos 21 de março de 2019
El día en que escribo estas líneas es el 22 de
marzo, porque el 21 llegué pasada la medianoche a casa y decidí escribir hoy,
lo vivido ayer.
Salí de Hwange el día 20 a las 21h y pasé toda la
noche en la guagua a camino de Harare. La guagua era tan incómoda que cuando
llegué, tenía calambres en un brazo que me duraron todo el día, pues tuve que
tener dos mochilas encima de mí hasta las 8h en que llegamos a Harare.
Una vez allí tuve que pedir un taxi para ir a la Catholic Synod House donde trabaja el
Fr. Joseph Moyo, y donde compré el cirio pascual («easter candel») para traer a Mozambique. El Fr. Moyo no estaba
cuando llegué, así que esperé por él y luego me acompañó a donde tenía que
coger el chapa para Nyamapanda. Salimos a las 10:30 y llegamos a las 15:00h,
otro tormento. Realmente este pueblo está lleno de paciencia y aguanta todo lo
que le echen, porque si fuese en Europa, al chófer del chapa le caían denuncias
hasta en su sombra. Pero, lo peor estaba aún por llegar.
Cuando puse mis pies en Mozambique, juro que me
sentí libre, en casa, relajado, sin saber que se acercaba una pesadilla.
Procuré saber la situación de Beira, hice algunas llamadas para informar que ya
estaba en Mozambique, etc… y luego subí al único chapa que había para Tete.
Salimos de Cuchamano a las 15:30 y llegamos a Tete a las 21:30. Un trayecto que
se puede realizar en dos horas y media, duró seis horas. ¿Por qué? Una vez más
la policía corrupta mozambiqueña nos hizo sufrir a todos. Nos pararon 7 veces,
y cada vez que paraban pedían dinero al chófer y a los zimbabuenses ilegales
que viajaban con nosotros, que eran cinco. En cada parada nos pedían los
documentos, nos hacían bajar y comenzaban los trapicheos típicos de los
corruptos. Ellos saben muy bien que siempre hay personas que entran sin
documentos y los extorsionan hasta decir basta.
La gota que colmó el vaso fue la última vez que
nos pararon. La gente estaba cansada de pagar, e imagino que ya ni les quedaba
dinero para sobornar, y decidieron negarse a entregar dinero. Fue entonces
cuando el policía furioso decidió sacarnos a todos del chapa y también requisar
toda la mercancía, que también era ilegal. Yo estaba histérico porque me sentía
atrapado: si levantaba la voz, posiblemente detuvieran a las 5 personas que
viajaban sin legalizar sus documentos. Además, estaba deshecho del largo viaje
sin dormir. Me parecía una película de ciencia ficción, porque lo que les
confiscaron eran boberías que la gente trae para ganarse tres perras, mientras
que otros en Suiza engordan cuentas millonarias sin que nadie diga nada.
Tristemente algunas personas no llegaron a Tete, porque se tuvieron que quedar
en ese lugar donde les confiscaron sus pertenencias de mala manera.
Cuando ya estaba en mi coche, feliz porque ya veía
el final del túnel, me pararon dos veces más. En la primera parada el policía
me dijo que «parecía que un intermitente no funcionaba bien» y, en la segunda,
el policía me dijo que «le enseñase el extintor». No me lo podía creer. A los
dos les dije lo mismo: «He tenido un día muy malo. Me pueden multar sin
problemas, si piensan que he cometido una infracción», pero ellos sólo quieren
dinero para sus bolsillos y no para las arcas del Estado, así que me dejaron
seguir. El trayecto a Songo fue muy peligroso porque me estaba muriendo de
sueño. No lo volveré a hacer.
Tatenda! Llegué vivo a casa pasada la media noche.
Mi corazón se debate entre lo duro que ha sido este viaje, la tragedia de Beira
y la alegría del encuentro con los misioneros en Zimbabwe. Estoy en casa. Aquí
estoy Señor, para hacer tu Voluntad.
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