Songo, 5 de septiembre de 2022
Aniversario de Yolanda, DEP
África me acogió con toda su alegría. En el aeropuerto de Johannesburgo, en la sala de embarque de donde salía el vuelo a Tete estaban dos mujeres riéndose a carcajada limpia como si no hubiese nadie allí. La sala podía tener unos 400 metros cuadrados y unos 30 metros de altura, pero la risa contagiosa de estas dos azafatas se debía oír también en la pista. Los pasajeros no podíamos evitar reírnos con ellas aunque no se entendía nada, pues hablaban en Zulu, supongo.
El avión que nos tocó era más pequeño que un Binter y volaba muy bajito. Cuando ya estábamos en la maniobra de aterrizaje comencé a ver por la ventana “unas estrellas en el suelo”, me parecían estrellas caídas del Cielo, o estrellas vistas desde el Cielo en la Tierra… Era el reflejo de la luz del sol sobre los techos de cinc de las casitas pobres mozambiqueñas.
En el aeropuerto de Tete acabé de aterrizar en nuestra realidad de pobreza absoluta. Nada más entrar en la terminal, justo a la entrada del pasillo, antes de entregar el pasaporte, había un balde de agua para lavarse las manos por la COVID 19. En España, Qatar y Sudáfrica sólo vi dispensadores de gel hidroalcohólico, pero aquí ya sólo tenemos un poco de agua sin jabón.
Fuera me esperaban Juan Tazo y Paco para darme el abrazo de bienvenida, y el calor que me hizo sentir que estábamos en Tete. Una vez en Songo, encontré un grupito de 6 acólitos que vinieron para recibirme… seis pequeñas estrellas.
Tatenda! Las familias, las personas que voy conociendo aquí son para mí estrellas caídas del Cielo, enviadas por Ti, el buen Dios, pero me hace falta tener perspectiva, estar bien alto para ver como el Sol (tu amor radiante, Señor) ilumina a este pueblo. Que las estrellas que has puesto en mi vida irradien siempre Tu Luz y que yo la sepa acoger…
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