Mucumbura, lunes 26 de septiembre de 2022
El día comenzó con una misa a las 06H:30 en el que participó un grupito de 6 jóvenes. Les hablé de la vocación, no como un camino de poder y prestigio, sino como un camino de servicio y pequeñez, pues en el Evangelio Jesús corregía a quienes buscaban los primeros puestos y valoraba a toda persona que hiciese el bien en su nombre. Esta fue una de las seducciones que me trajo hasta aquí.
El misionero que viviendo en África no se sobrecoja ante su pobreza, no merece vivir con este pueblo. Hoy tuve la oportunidad de acompañar las visitas de Cáritas de esta parroquia. Visitamos tres familias: una viejita con su hijo que sólo hablaba del hambre que están pasando; una joven de 21 años con el cuerpo de una niña de 6, tumbada en el suelo y que sólo se conseguía sentar con mucha dificultad y ayudada por su madre; y un joven de 30 años llamado Serio que estaba muy bien cuidado y feliz, pues no paraba de sonreír y de reírse a carcajadas, aunque no habla ni camina.
Por más que miraba a esa joven de 21 años, no podía comprender cómo ha vivido tanto. Vestida con harapos, sucia y acostada en la tierra (sólo la pusieron en la estera cuando llegamos nosotros), con una malaria de caballo, sin aspecto de haber sido bañada en mucho tiempo, con heridas en pies y brazos… Una verdadera película de terror en pleno directo. Le hice fotos, pero a sabiendas de que una foto no puede recoger todo lo que se vive en esa visita. Sus hermanitos pululaban por allí, hasta que se sentaron en la estera por lo curioso de ver una visita y además con un blanco entre ellos.
Tatenda! No es fácil dormir después de haber visitado la “cámara de los horrores”, el sufrimiento de un pueblo… Pero aquí la vida es así de dura para muchas familias, por eso doy gracias porque por lo menos hay unos cristianos que se preocupan con estas situaciones de extrema pobreza y son capaces de ponerse en marcha en dirección a Ti que estás presente y sufriente en cada uno de ellos, los más pequeños.
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