Inhambane, lunes 24 de octubre de 2022
San Rafael, mi sobrino…
Nunca sé bien por dónde empezar a escribir. Ahora escribo en el teléfono y todavía me parece más complicado expresar en pocas palabras lo que ha sido el día de hoy. Dormí sentado en la guagua y sin posibilidad de moverme en lateral ni en vertical y con mi mochila encima. El asiento de la guagua era demasiado estrecho y no podía ni estirar los pies, porque literalmente no había suficiente espacio.
Habíamos quedado en reanudar la marcha a las cuatro de la mañana. Cuando llegó la hora, comienzo a oír a algunas personas diciendo que una rueda estaba en el suelo, es decir, vacía. Seguramente habíamos tenido un pinchazo y por la noche acabó saliendo todo el aire. Sin embargo, nuestro genial chófer dijo que eso no era problema, así que arrancamos en dirección a Maxixe. Bueno, a los cinco minutos oímos una explosión y olimos la humareda de las ruedas quemadas, que inundó toda la guagua. Se habían reventado dos ruedas: la susodicha y su colega, porque están dispuestas de dos en dos.
Aunque mi sorpresa llegó después, cuando nos bajamos para mudar las ruedas. Les ayudé a meter las dos llantas en el portabultos y al dar la vuelta a la guagua vi que habíamos hecho todo el trayecto sin las ruedas traseras del lado derecho. Me quedé de piedra. Este transporte es de los que tienen 12 ruedas, pues este hizo los más de 1.000km con diez. De todas formas, pensé que si habíamos llegado hasta aquí era síntoma de que esas ruedas no son tan importantes. Pensé en todos los policías que nos pararon a lo largo del camino, y nunca dijeron nada, sólo cobraron su parte y punto. A la ciudad de Maxixe llegamos sobre las 11 de
la mañana (después de más de 30 horas de viaje), y ya no tenía carga en
el teléfono. Le tuve que pedir a un joven que tenía un pequeño bar que
me dejase cargar el móvil para poder llamar a Afonso Gove y a Domingos.
Poco tiempo después llegó Afonso, hermano de la Hna. Judite, e hicimos
planos para el jueves. Me acompañó al barco y nos despedimos.
Al otro lado, en Inhambane me esperaba Domingos. Nos dimos un fuerte abrazo, y como si nos hubiésemos visto ayer, comenzamos el “bate-papo” (la conversación). Enseguida llegamos a su casa y me di un baño que mi cuerpito cansado agradeció. Comí, descansé una horita y nos dimos un paseo para seguir charlando. La otra gran alegría fue el encuentro con Dª Carolina, la madre de Domingos, que vino de Sábié para acompañar a su hijo en la graduación.
Tatenda! La ciudad de Inhambane es la más bonita y tranquila de las capitales de provincia que conozco en Mozambique. Pero lo más hermoso siempre es el encuentro. El abrazo a Domingos es el culmen de años de amistad, de estudio, de lucha. Mañana será graduado como licenciado en Gestión Hotelera. Es un joven con altas capacidades y se abrirá su camino en la vida porque sabe trabajar sus sueños, ojalá que siempre te tenga a Ti a su lado…
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