Songo, jueves 15 de junio de 2023
Al salir del supermercado me encontré con tres niños vendiendo manises. Normalmente les compro un paquete, aunque no siempre, porque sé que es una forma de “esclavitud infantil”. Son niños muy pobres que, aunque van a la escuela, todo su tiempo libre lo pasan trabajando para ganar unos céntimos. Conozco a uno de ellos, pues lo he llevado en mi coche al salir de la escuela, ya que vive cerca del internado de las niñas. Antes de despedirse, me dijo: “El domingo iré a… la casa grande” (dudó porque no sabía el nombre de esa casa). Yo le dije: “¿A la iglesia?”. Él respondió: “Sí, a la iglesia”. Me encantó su definición de iglesia, y me quedé pensando en lo sería una Iglesia como una casa grande…
Los medios de comunicación internacionales no paran de hablar de la tragedia de un barco que naufragó con más de 400 personas a bordo. Sin embargo, aquí estamos más impactados con la tragedia ocurrida en Kenia y a la que parece que el mundo no mira: Han aparecido ya más de 350 cadáveres de miembros de una secta en los cuales sus dirigentes animaron a hacer ayuno para “encontrar a Jesús”; y lo peor es que permanecen desaparecidas otras 600 personas aproximadamente. La secta se llama “Fin del mundo” y desde abril en que estalló el caso, no paran de aparecer cadáveres por la selva, muchos enterrados en fosas comunes.
Al mismo tiempo, hoy la RENAMO cerró su último campamento militar y entregó las últimas armas, quedando este día 15 de junio marcado como el fin de la guerra civil en Mozambique, guerra que comenzó en 1976. El abrazo del presidente de la república Filipe Jacinto Nyusi y del presidente de la Renamo, Ussufu Mumade, ponen fin a las hostilidades militares que tanto dolor, hambre y terror sembraron en este país a lo largo de décadas.
Tatenda! Tú quieres que esta Casa Grande que es la Iglesia sea un espacio de vida, de libertad, de alegría, de acogida para todos. Los que fallecieron en el naufragio en las costas de Grecia y los fallecidos por hambre en la selva de Quenia, son una pequeña muestra de la injusticia de nuestro mundo: pienso en los que vendrían huyendo de Siria o de Libia, y en aquellos que buscando un futuro mejor para sus familias cayeron en las manos de la secta “Fin del mundo”, todos son víctimas de la pobreza absoluta que genera un sistema injusto. Y es curioso, los que mueren en el norte siguen “valiendo más” que los que mueren en el sur… Danos Señor, ojos para sentir y corazón para ver, y una Casa Grande donde acogernos como hermanos, todos hijos tuyos.
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