Necesito hace memoria de todo lo vivido en este último año en torno a unos zapatos. Todo comenzó con unos zapatos viejos que entregué al sr. Venâncio hace un año. Al día siguiente, recibí una caja con mi regalo de Reyes: unos zapatos nuevos.
Luego, durante mis vacaciones estuve acompañando las parroquias de La Garita y Marpequeña. Fue ahí donde los zapatos reaparecieron. Era la Noche de Reyes, yo había llevado tres cajas de zapatos con unos símbolos dentro que querían expresar lo que Dios soñaba para nuestra comunidad: alegría, unidad y compromiso. Cuando estaba en la misa de la Garita sentí que uno de los zapatos tenía algún problema, pero no pude saber qué le pasaba hasta bien entrada la misa: la suela se había despegado casi totalmente.
Al salir de la Iglesia, en la misma plaza de la Garita, la suela se separó del zapato, pero entre risas y fiestas con Carmen Celia, nos fuimos a Marpequeña. Justo entrando por la puerta, la otra suela siguió el camino de la primera. Me quité los zapatos y celebré la misa en calcetines. Tuve que explicar el motivo de que estuviese sin zapatos, porque no paraban de mirarme los pies y pensaban que aquellas cajas de zapatos tenían zapatos, mientras que en realidad eran parte de una dinámica.
Cuando todo quedó aclarado y terminó la misa, la comunidad de Marpequeña decidió entregarme lo que se había recaudado en la colecta y lo que le habían puesto al Niño Jesús, para que me comprase unos zapatos como regalo de Reyes de la comunidad. Me negué a aceptar ese regalo, pero cogí el dinero y les dije que compraría sandalias para los niños de Sábiè. A la mañana siguiente me tocaba abrir los regalos… y como por arte de magia (o de la Divina Providencia) mi primer regalo fue unos zapatos nuevos.
Hoy cuento esta larga historia porque estuve en la escuelita de Langa repartiendo zapatos. Los compré en Incomanine con el dinero de la Parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen de Marpequeña. Aproveché que fui a Boi para abrir el nuevo Puesto de Salud, y pasé por Langa a entregar las cholas. Teníamos que probar para ver el número de cada niña/o, y me impresionaba ver sus pies sucios, descalzos, llenos de costras, de cayos… Ellos felices esperaron 2 horas sólo para recibir el regalo. Repartimos los zapatos sólo a quienes vinieron a la Escuela, salvo a una niña que no vino porque se turna con su hermana para cuidar las vacas. Fue un momento feliz. Saqué unas fotos y sentí como mi pueblo, mi gente, mi Iglesia canaria comparte lo que es y lo que tiene con los más pobres.
Inkomu! Ya están de camino los zapatos de El Quintero de San Bartolomé de Ajuí, que esperan encontrar pies descalzos para caminar. Todos los pies quieren andar y buscan caminos nuevos. Todos los pies sueñan con correr y con saltar. Todos los pies disfrutan con el baile y la danza. Todos los pies trabajan cuando pisan la uva en los lagares de Lanzarote. Todos los pies agradecen el agua y un masaje al caminar sobre la arena. Tú que nos has dado los pies, sigue mandando zapatos a los niños y niñas de Sábiè, para que no se dañen con los picos, ni les muerdan las serpientes o escorpiones, para que puedan seguir yendo a la Escuela de la Vida donde aprendan a leer, escribir, sumar y … nunca a “restar”.
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