Ressano Garcia, terça-feira 17 de Maio de 2011
121º Aniversário da Morta de Jerónimo Usera
Ayer trajeron casi todo el material para construir las escaleras que llevan a la Iglesia, y hoy Neto comenzó los trabajos con estética mozambiqueña, porque están torcidas y los escalones tienen diferentes tamaños.
Después de la misa con las Hermanas del Amor de Dios, en este día de fiesta de su congregación, fuimos a ver los trabajos de la Escuela de Chiparango. Tuve suerte porque encontré a los niños en la escuelita, aunque no estaba la profesora. Me pidieron que les hiciese fotos y así lo hice, fue la única manera de que una niña se callase después de que otra le tirase una piedra en la mejilla. La casa de la profesora ya está techada y la escuela ya está a altura de techo. Por ahora todo lleva un buen ritmo.
Regresaba contento y entré en el internado para decirle al sr. Matusse que mañana voy para Maputo, por si necesitaba alguna cosa para el internado. Cuando llegué a la puerta de la cocina no salía de mi asombro: ¡40 pollos daban vueltas y lo tenían todo cagado! La peste tiraba pa’ tras. Un auténtico espectáculo con una cocina nueva llena de pollos cagándolo todo. Les saqué fotos hasta que llegó el sr. Matusse. Me puse serio y le pregunté por qué estaban los pollos en la puerta de la cocina. Me respondió que el sr. Director se los trajo anoche y no tenía donde ponerlos. Me quedé de piedra, y le dije que porqué no se quedaban en el gallinero del Director hasta que él los pudiese matar, pero no había manera… el culpable era el otro.
Salí con mucha pena y dolor. Cuando entreguen el Internado al Gobierno se convertirá en un auténtico gallinero y nadie protestará.
Al llegar a casa me acerqué para ver los trabajos de las escaleras torcidas, y luego para ver el inventario de Mithe lleno de faltas de ortografía que tendré que corregir al final. Y luego nos fuimos nuevamente a casa de las Hermanas AD porque nos invitaron a comer.
Por la tarde visité el Núcleo Anjos da Guarda, pero mi cabeza estaba en otro sitio.
Inkomu! La paciencia será una virtud que tendré que trabajar toda mi vida misionera en África. No me puedo descuidar, porque a la primera de cambio me salta la venilla europea. Sin embargo, aunque me cabrean estas situaciones, ya no pierdo la paz sino que más bien siento lástima e impotencia porque sé que muy poco podré hacer para cambiar esta mentalidad… ya que quizá sea más fácil que cambie yo. Tú decides.
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