domingo, 21 de octubre de 2012

La pobreza absoluta besa mis pies...!






Missão, terça-feira 21 de Agosto de 2012


                No quiero olvidar. No quiero borrar nada de mi corazón. No quiero dejar en el olvido cada vez que Te vi. Hoy me clavaste tu mirada en 2 viejitas (Julieta María, era una de ellas) y en 2 viejitos (Salomão, era uno de ellos), y luego me cogiste de la mano en la joven “sin nombre” que parece que sólo sabe decir “Ni kombela male”. Cada encuentro, cada visita me rompió el corazón. Qué estoy haciendo en África? No sería mejor dedicarme a las ayudas inmediatas, a calmar el dolor de estos rostros rotos.


                La pobreza absoluta besa mis pies. Siempre soñé estar aquí, pero ahora que estoy… qué hacer? Cómo calmar tanto dolor? Lo escribo mientras estoy en una casa confortable, con un coche en la puerta, luz eléctrica, comida en la despensa… y después de una ducha relajante escuchando a Pedro Guerra con una luz tenue de la lámpara de mi mesilla de noche. Sin embargo, los viejitos que hoy visitamos Pepita, Anastasio y yo, tienen cabañas sin puertas, llenas de suciedad, olor a orines, están ciegos y casi no se pueden mover. Cuando llegamos a casa de Julieta la vimos pilando millo. Pensé: las mujeres pobres mueren trabajando.



                Inkomu! Dos de ellos Te recibieron en la comunión. Estaban felices por Tu visita, casi inesperada, pero tan ardientemente deseada. Sus ojos se cierran a este mundo y se abren a otra dimensión: sólo pueden ver lo que se siente, el amor, las caricias, el repollo compartido, la palabra que conforta. Ábrenos los ojos, nunca dejes de abrirnos los ojos a ese otro Mundo Posible.

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