Songo, sábado 05 de noviembre de 2022
Hace unos dos años y medio que falleció Sergio con tan sólo 15 añitos. Era acólito de nuestra parroquia. Cuando estuvo ingresado fui a verlo al hospital, y los acólitos lo visitaban también en su casa. Desde que vivió su Pascua, los acólitos van todos los años a visitar su tumba en el cementerio de Canchenga.
El ritual que siguen es tan delicado como hermoso y simple. Primero lo hablan entre ellos y marcan una fecha para ir a pedirle autorización a su familia. Luego vienen a mí, también para pedirme permiso, y finalmente se organizan y va un grupo al cementerio.
Como el cementerio queda un poco lejos, este año me pidieron que los llevase y estuve con ellos. Fuimos unos 15 acólitos, y llevaron 45 litros de agua, un balde, paños, detergente, flores, velas y fósforos. Nada más llegar nos dispusimos junto a la tumba y rezamos una oración. Después, barrieron alrededor de la tumba, luego la limpiaron con agua y jabón, después lavaron las flores de plástico. Finalmente, rezaron juntos la oración de los acólitos y un Ave María, y después de la bendición regresamos a la parroquia.
Tatenda! Me parece tan hermoso que unos adolescentes y jóvenes se preocupen por ir al cementerio a rezar por un amigo, aunque sólo sea una vez al año, que solo puedo darte gracias y pedirte que cuides el corazón de estos chicos y chicas, para que guarden siempre esa delicadeza de fe y humanidad por un amigo al que amaron en vida y visitan agradecidos después de su Pascua. Sergio, acólito y amigo, intercede por nosotros…
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