miércoles, 12 de marzo de 2025

“Estuve enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme”


 

Songo, lunes 10 de marzo de 2025

 

Todos los lunes visito el Hospital Rural de Songo con el grupito de Pastoral de la Salud, y seguidamente me voy a la prisión con el mini-grupo de Pastoral Penitenciaria. Por lo tanto, la tarde de los lunes es siempre especial. Visitamos Pediatría y después me fui a ver Basam que es el animador de Cabvulancie para llevarle la comunión. Lo vi fatal, muy desmejorado, hablando con dificultad, muy delgado… y todo porque se pinchó en el dedo gordo del pie derecho, y en vez de venir al hospital se fue al curandero unos días y allí se le infectó de tal forma, que le tendrán que hacer un injerto de piel en toda la pierna.

Pero, lo que más me impresionó no fue eso, que ya lo sabía, sino la conversación sobre lo que está haciendo para conseguir sangre: comprarla. Vendió una vaca por la que le pagaron 15.000,00 meticales (unos 200€) para poder comprar sangre a familiares y conocidos. A cada uno le paga 2.000,00 por venir a donar. El hospital no tiene sangre, entonces pide a los pacientes que busquen donantes entre sus familiares y amigos, pero la gente sólo viene si les pagan. Muy triste. Me decía que su cuñado cobró, pero que su hermano donó gratis y lo decía con agradecimiento, como si no fuese lo lógico, lo normal. 

 

Al salir fui a buscar a la Hna. Irene y fuimos a prisión. Allí al terminar la catequesis me llovieron los jóvenes con papelitos pidiendo de todo: jabón, ropa, comida… pero me impactaron dos que venían con números de teléfono, pues desde que entraron aquí no se han podido comunicar con sus familias, por lo que estarán preocupados intentando saber qué ha sido de ellos. Estuve llamando a los números, pero sin éxito de momento.

 

Tatenda! Hoy la liturgia nos regaló el sentido profundo por el que vamos juntos como grupo al hospital y a la cárcel. Jesús nos decía: “Estuve enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme”. Y así lo vivimos… Cuánto sufres Jesús en estos enfermos que compran sangre y en estos presos sin derechos ni pan. Nuestra insignificante presencia es un pequeño salvavidas al que agarrarse. Agárrate fuertemente a mí Señor, porque quizá no sea yo quien “te salve”, sino Tú quien venga a rescatarme.

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