sábado, 15 de marzo de 2025

Por haber tocado a mi puerta para pedirme millo, azúcar y jabón

 

Songo, martes 11 de marzo de 2025



El día comenzó con una linda visita. Llegaron un señor ciego de Mulumbua y su hijo que es alumno de nuestra escuela. Este hombre viene una vez por mes a pedir 20kg de millo, dos paquetes de azúcar y una barra de jabón. En cuaresma parece que estamos más predispuestos al compartir y sentí que su visita fue un regalo, pero sobre todo cuando le di a su hijo una bolsa de caramelos y me sonrió como si hubiese recibido un tesoro. El hijo hace de lazarillo para su padre y siempre me pregunto cómo hará para subir y bajar esa montaña sin ver nada.
Sin embargo, la gran sorpresa de este día llegó por la noche cuando llevé a las monjas a su casa. Mientras entrábamos en su casa, vimos que estaban todos los jóvenes aglomerados en el portón y no sabíamos por qué. Sin embargo, el misterio fue desvelado un minuto después: habían cogido a un ladrón en mi cercado robando piñas. Resulta que yo tengo un cercado de una hectárea donde siembro millo para el internado. El sábado nos robaron, pero no supimos quién fue. Hoy Sergio vio corriendo a un hombre con un saco saliendo de mi cercado y corrió tras él hasta que lo pilló. Cuando yo llegué lo habían amarrado para que no se escapara, así que le soltamos de pies y manos, y lo llevamos a la policía para denunciar el robo. Él solito entró en mi coche y cargamos también el “cuerpo del delito”, un saco de con unas 50 hermosas piñas que había cogido hacía un momento en nuestro cercado.
 
 
Nada más entrar, el policía que nos atendió le dijo: “¿Otra vez aquí? Estuviste la semana pasada”. La declaración en la policía fue breve. Yo dije que sólo lo llevé para que reflexionara y vea que eso de robar no está bien. La policía me dijo que sólo lo tendrían un día con ellos haciendo trabajos (barriendo, limpiando, etc…). Entonces, le dije al policía que iba al coche para vaciar el saco, pues el saco era de este sr. Julio, y también había un caldero y ropa que era suya. Vaciamos las piñas de millo en el coche y entramos nuevamente para devolver a Julio lo que era suyo, sin embargo, nos llevamos una triste sorpresa pues el policía le estaba golpeando con la porra, y paró al oír que la puerta se abrió. Me quedé frío, pues sabemos que eso pasa en todas las comisarías, pero nunca lo había visto.
 

Tatenda! Por la sonrisa de un niño al recibir caramelos; por haber tocado a mi puerta para pedirme millo, azúcar y jabón. Cuida de Julio. Estaba borracho y posiblemente robó para beber. Ojalá que cuando se le pase la borrachera, reflexione un poco y pueda mudar, porque los que aquí no cambian son los policías que hacen sentar en el suelo a los detenidos – y él ya es muy conocido en comisaría – y los golpean sin piedad.

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