Canarias dijo: No a la OTAN
Lo pequeño engrandece el corazón. No paro de sorprenderme ante los pequeños gestos de la gente sencilla que me ayudan a entrar en un proceso de conversión. Hoy mi amigo Samuel me llamó por teléfono tan sólo para saludarme, para saber cómo estaba y para compartir la alegría de la llegada de su hermano mayor de Sudáfrica. La verdad es que en medio de esta aridez, de este silencio, cada vez valoro más ese tipo de gestos.
Luego por la tarde, cuando regresaba de su cercado se paró frente a mi casa para ayudarme a arreglar mi nueva bicicleta. Tan sólo traía dos piñas de millo en los bolsillos y lo primero que hizo fue darme una. Me quedé de piedra porque yo soy de los que comparte sólo cuando me sobra y nunca cuando me falta. Así que intenté recusar su generosidad, pero me fue imposible. Agradecido la recogí como la ofrenda de la viuda en Lc 21, 1-4.
Me ayudó con la bici que, aún siendo casi nueva, está hecha polvo. De hecho mi primer paseo al río lo dí sin frenos y sin un pedal, pero mas contento que unas pascuas porque ya tengo bici y me va a permitir hacer un poco de ejercicio y moverme con facilidad. Me di mi buen baño en el río mientras ya oscurecía y regresé para rezar vísperas con el corazón agradecido…
Khanimambo! Quién no estaría agradecido por tener un amigo como Samuel! Me llama para ver cómo estoy, comparte su alegría, comparte su pobreza, me arregla la bici y me da lecciones de humanidad. Su gran corazón le hace muy rico y muy feliz, aunque sólo regrese con una piña a casa. Conviérteme, dame el corazón de los pobres que lo dan todo sin tener nada. Dame un corazón como el de mi amigo Samuel.
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