Sábiè, segunda-feira 30 de Março de 2009
Ahora tendría que describir nuestro paseo de equipo por Maputo, y lo que viví al conocer al único sobreviviente del “asesinato en accidente aéreo” del Presidente Samora Machel. Sin embargo, tengo que expresar mi soberano cabreo por lo que ocurre en las cárceles mozambiqueñas.
La semana pasada murieron en una prisión de Nampula 13 hombres por asfixia. Las celdas están desbordadas, y donde deberían haber 15 personas, hay 60, y todo en 3 metros cuadrados.
Ahora, como primera noticia del Telediario, dicen que otros 18 presos murieron en otra cárcel de hambre. La cárcel fue construida en el año 1954, y desde entonces no ha tenido ni reformas ni mejoras. Al contrario, un vendaval se llevó el techo de una celda, y de tres que tenían, se quedaron con dos. Entrevistaron al Jefe Nacional de Prisiones y sus respuestas eran patéticas. La doctora del lugar dijo que los presos llegaban famélicos, aquellos que llegaban vivos. Además los entierran sin avisar a la familia, afirmando que la ley los ampara y que están perfectamente localizados los cuerpos.
El entrevistador le preguntó cuántos han muerto en este mes, y dijo 8 en vez de 18, y se mantenía en la mentira. El entrevistador le preguntó por el presupuesto de Prisiones, y no supo responder. El entrevistador le dijo que por qué en esas prisiones, ser condenado es igual que ser condenado a muerte, y no supo responder. El entrevistador le dijo que por qué sabiendo que un preso tenía cólera lo metieron con otros sanos, y no supo responder. El entrevistador le preguntó que por qué no tienen agua en condiciones para beber, y no supo responder… Hasta yo me quedo sin palabras ante tanto descaro. ¡Cuánta injusticia junta! ¡Cuánta muerte, cuánta inhumanidad, cuánto sufrimiento, cuánto dolor!
Sólo te puedo decir ‘Khanimambo’ por el paseo de hoy, pero lo que late en mi corazón es luchar y luchar por una vida digna para los más pobres. Gracias por el trabajo de mi diócesis con los presos de Madagascar, y gracias por el trabajo de los Mercedarios con los presos de Mozambique. Continúa fortaleciendo a aquellos que son capaces de sentir el dolor y mover el corazón y las manos, por éstos, los más pobres, olvidados y despreciados por todos.
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