miércoles, 21 de agosto de 2019
Ya Mozambique cuenta con una doctora más a la que no le faltará trabajo.
Beira-Chota,
sábado aos 15 de junho de 2019
Aniversário de Cristóbal Déniz Hernández
Nos levantamos muy
temprano para poder estar a las ocho en la parroquia de Fátima, que era el
lugar para la graduación. Después de las rutinas mañaneras nos fuimos a la peluquería
«de pelucas», porque ella se compró una peluca para la ocasión, y además se
pintó las uñas y le pusieron maquillaje. Confieso que para mi gusto, tanto la
pintura de uñas como el maquillaje eran espantosos, pero cuando entró en el
coche Ju le dijo: «Qué bonitas estás mamá!», y comencé a verla diferente porque
se le iluminó la cara con el piropo de su hija.
La ceremonia de graduación estaba muy bien
preparada: misa, entrega de diplomas y consideraciones finales. Lo que quizá
hizo que me cansase un poco, es que eran más de 700 quienes recibían el diploma
fin de estudios, y comenzamos a las 8:30h para acabar a las 15:30h. De todas
formas pude saludar a varios curas diocesanos y la ceremonia me pareció que
respondía a lo que debe ser este tipo de eventos. Me pasé todo el tiempo
enviando fotos y mensajes al Grupo de Vida de Valsequillo, que en gran parte
eran los segundos protagonistas por haber pagado los estudios completos a
Arminda.
De allí, ya con título en mano, nos fuimos a la
Facultad de Medicina para despedir a los médicos que habían sido sus profesores
y profesoras, y al mismo tiempo les daban consejos que me parecieron muy
acertados. Entre otros, habló un médico alemán que les dijo: «Ustedes saben que
me niego a tratar a un paciente sin primero saludarle. Pues bien, ustedes deben
aprender que un médico no es alguien que está arriba, sino alguien que debe
estar a la altura del paciente, para así poder humanizar la salud». Me encantó
oír estos últimos consejos de sus profesores.
Luego, comenzamos a correr como locos, porque
cuando llegamos a su casa la comida no estaba preparada, y además tuvimos que a
buscar la tarta a casa de una señora que tampoco la había terminado. Dimos dos
viajes llevando los calderos con la comida al salón que alquilaron en el
extremo opuesto de la ciudad. De tal forma que lo que estaba previsto que
empezase a las 18:30h, comenzó a las 21:30h. Y lo peor, es que estábamos sin
almorzar.
La fiesta comenzó con las palabras de algunos
invitados que estábamos en la mesa de honor. Arminda comenzó dando gracias a
Dios y luego estuvo treinta minutos contando toda su historia, sin que los
invitados pudiésemos pegar bocado. ¡Cuando me serví acabé sacando una foto al
plato! Terminamos sobre la una de la madrugada, para luego recoger y transportarlo
todo a casa. Muy cansados, pero mucho más felices que cansados.
Tatenda! Fefi, Bartolo, Tita, Mari, Loli, Yurena,
Rosa y José Antonio, por haber confiado en Arminda y por haber acompañado sus
estudios con tanto cariño. Ya Mozambique cuenta con una doctora más a la que no
le faltará trabajo. Arminda estaba feliz-feliz, y toda su familia, y yo también
por haber puesto mi grano de arena. Ahora Tú tienes un gran trabajo para que su
corazón se enamore cada día más de aquellos que sufren la enfermedad, y así
pueda ponerse a su altura y a su servicio.
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