domingo, 17 de enero de 2016
Nuestro mayor valor es la vida...
Un ángel pasó por mi vida y no quiero olvidar
que sus alas alguna vez me tocaron. Se llamaba Wiliamo Hleveia (Gueveia) y hoy
fuimos a Maputo para traer su cuerpo y darle cristiana sepultura.
Acercarse
unos metros a la morgue de Maputo es igual a oler la muerte. Mientras estábamos
en la puerta esperando que nos llamaran para identificar el cadáver, llegó una
ambulancia donde se podía leer “Nuestra mayor valor es la vida”. Se paró frente
a nosotros, abrieron la puerta trasera y un trabajador comenzó a tirar del
brazo del cadáver de una joven para sacarla del vehículo. Lo hizo como quien
tira de un zapato, parecía que le iba a arrancar el brazo. La joven fallecida
quedó al descubierto y tenía los ojos abiertos. Se me rompió el corazón al ver
cómo trataban el cuerpo, ahora sin vida, de esa joven desconocida.
Recordé
una y otra vez a María Madoncela. Aquel olor y los cuerpos en las camillas del
pasillo sin una triste sábana por encima, tratados como carne que nunca tuvo
vida, que nadie acarició, como carne que nunca fue amada, como carne que nunca
se movió para hacer el bien.
La
funeraria nos arregló los papeles de la beneficencia y no tuvimos que pagar
nada. Salimos sin papeles y cargamos el cuerpo del Sr. Wiliamo en el Land
Cruiser sin ningún tipo de papel para llevárnoslo a Sábiè. Es decir, más de
100km con el riesgo de que nos parase la policía y nos preguntase sobre el
finado. Nos tranquilizaron las palabras del Sr. Manuel de la funeraria
mozambiqueña: “No se preocupen. La policía Mozambique tiene miedo de los
muertos”.
Llegamos
a Sábiè sin ningún problema, y entramos directamente en su casa. Me alegró ver
que había mucha gente de la comunidad presente para recibirlo. Después de unas
oraciones nos fuimos al cementerio, y ya pasaban de las 17.00, y habíamos
salido a las 05:00h, doce horas para poder enterrar al vovó Wiliamo.
Ni
bongile! Lo enterramos tal cual vivió: en paz y pobremente. Enterramos a un
amigo, a un maestro, a un ángel que nos sonrió y nos ayudó a abrir el corazón.
Sí, los pobres nos humanizan y nos divinizan, porque nos obligan a dar lo mejor
de nosotros: tu Amor.
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1 comentario:
Dios mio increíble son tantas cosas
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