jueves, 28 de enero de 2016
Un espectáculo de pobreza absoluta.
Vila de
Sábiè, sexta-feira 25 de Setembro de 2015
Hoy es un día festivo en Mozambique, pero
esta fiesta me revuelve las tripas: Día de las Fuerzas Armadas. Por este
motivo, decidí dedicar el día al trabajo manual. Primero fui a colocar las
alcayatas para colocar los cuadros de María Madre de África y de San Vicente
Paúl en la capilla. Luego, estuve pintando las puertas de la sacristía y del
cuarto trastero. Pensé que sería más rápido, pero fue todo un ejercicio de
paciencia. En silencio y en la soledad de la capilla estuve toda la mañana. Las
Hermanas me invitaron a almorzar y luego volví a concluir el trabajo. Creo que
todo quedó muy bien. Me acordé mucho de mi madre, que fue quien me enseñó a
pintar. Y casi me remuerde la consciencia, porque yo no quería pintar y ella me
obligaba cada año a pintar puertas, ventanas o paredes de la casa. La economía
de los pobres, que los niños o jóvenes no pueden llegar a entender. A ella le
debo también ese aprendizaje que hoy me hace un hombre de provecho, incluso
para pintar puertas.
No
tuve tiempo ni de respirar y salí pitando para poder cargar el coche con los
alimentos para los más pobres de Goane II. Visitamos unas 7 familias, entre las
cuales vimos mucho dolor, mucho abandono, mucho sufrimiento. Sin embargo, nos
acompañó desde el principio una niña a quien le tengo un especial cariño:
Angelina. Ella tiene el síndrome de Down y no crece nada desde que la conozco
hace más de 4 años. Tiene 6 años y es un piojito. Sin embargo, es cariñosa y
despierta, jugetona y amiga de todos. Llevaba dos sandalias diferentes, y se
pasó todo el tiempo jugando con Aurora. También estaban con en la visita:
Anastácio Wamusse, Ana María Funzamo y Guida Mboene.
Una
viejecita tenía su casa al borde del derrumbe. Estaba sola, enferma y no se
levantó de la cama. La casa está tan inclinada, que no permitía ni abrir la
puerta. Un espectáculo de pobreza absoluta. Cuando nos íbamos, vimos que en su
pilón había estado machacando yerbas, no sabemos si por hambre o como
medicamento.
Las
Hermanas me invitaron a cenar, y acepté con gusto. Regresar a la oscuridad de
mi hogar no es fácil, ya lo vivo como una batalla casi perdida.
Ni
bongile! La pobreza cada día me parece más repugnante. Ver a estas viejitas y
no poder hacer casi nada por ellas es algo que rompe el corazón y el alma. Son
como excrementos humanos, residuos tóxicos a quienes nadie se acerca, apestadas
y leprosas de quienes hay que huir y silenciar. Se me revuelven las tripas con
este mundo que genera tanta injusticia, desigualdad y pobreza, ante la que muy
poco podemos hacer.
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1 comentario:
Vaya tristeza, creo que yo saldría llorando, al ver tanto sufrimiento
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