Realmente ahí está todo: en el nombre y los apellidos está mi sangre, mi familia, mi infancia, mi pueblo, mis antepasados, mis primeras caídas y mis primeras sonrisas; en lo de sacerdote diocesano de Canarias está mi vocación cristiana, mi servicio a la comunidad, mi identidad personal y cristiana, y también cada una de las Islas con Gran Canaria y Lanzarote encabezando la lista; en mi pertenencia al IEME se encierra el don de la misión ad gentes, la llamada a salir de las Islas para anunciar el Evangelio a otros pueblos como hace 600 años lo hicieron en nuestra tierra; en eso de que estoy en Sábiè ya todos saben cuál es mi tarea actual: estudiar changana, vivir en el campo con los agricultores y pastores, dar a conocer a Jesús a quien nunca oyó hablar de él… Y en ese simple “Gracias” se encierra mi corazón agradecido a esta Iglesia diocesana que me acoge y me anima a trabajar con su pueblo.
Esta presentación tuvo lugar en el salón Pío XII del Obispado de Maputo, en el último encuentro anual de sacerdotes de la diócesis, con el Sr. Arzobispo D. Francisco Chimoio presidiendo el acto, y delante de unos 40 sacerdotes diocesanos y misioneros.
Gracias te doy a ti Señor que ahora me abres otras puertas, otras amistades, otras realidades, otros retos. Atrás queda Beira, aunque todavía me emociono cuando escucho algo sobre mi primer destino en Mozambique. Kanimambo! Por esta presentación escueta, temblorosa, pero a la vez cargada de significado y de vida.
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