Estuve a punto de no poder contener las lágrimas. Preparé la celebración para los enfermos por el día de Ntra. Sra. De Lourdes, donde dábamos la unción. Cuando llegó el momento se pusieron en fila y comenzaron a llegar jóvenes y más jóvenes, también viejitos y viejitas, pero también niños, niñas y bebés. Desolador. Se me partía el corazón, pero lo hice con tanto cariño y tanta fe que espero que se realice el milagro de la salud. Creo que sólo en una ocasión tuve tanta fe en este sacramento.
Mujeres con bebés envueltos en sus capulanas a las espaldas, viejitas con sus manos y sus rostros desgastados de tanto trabajo, jóvenes en puro hueso y piel, mujeres ciegas y sin fuerzas para mantenerse en pie… Tardamos una hora en dar la unción a todos.
Primero les ungía la frente mirándoles a los ojos. Luego, les cogía las manos con cariño y las ungía con ternura, para que sintiesen que era Jesús mismo quien las ungía. Miraba sus manos trabajadas y sus rostros cansados, y también sus almas en la profundidad de sus ojos. Después de ungirles las manos se las unía agarrándolas con las mías, como señal de paz.
Es nuestra realidad ahora: SIDA y más SIDA, la enfermedad de los pobres.
Al terminar tuvimos una merienda: 3 galletas y un vaso de zumo para cada una. Se lo pasaron en grande comiendo galletas. Extendían sus manos como quien recoge un gran tesoro. Es la escuela de los pobres.
Virgen de Lourdes, intercede por estas mamás jóvenes cargadas de hijos, y por sus hijos que ya nacen con la marca de los pobres y excluídos. Dales salud, dales vida, dales alegrías, y a los “sanos” danos ternura, fe y tiempo para acompañarles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario