Me detuve a mirar por la ventana. Mi ventana es muy curiosa porque da a la calle principal. Desde mi ventana lo veo casi todo. Además es una zona con fama de muy conflictiva, y casi todas las semanas me gozo discusiones y peleas enfrente de mi ventana.
Sin embargo, hoy contemplaba el pasar de la gente: una mujer esquelética que caminaba tan despacio que casi no se movía; bicicletas cargadas de gente y de carbón; algunas motos y chapas a rebosar de personas; hasta que me di cuenta de una cosa: nadie reparaba en los bebés.
Muchas mujeres con niños cargados en sus capulanas se detienen a hablar. Los niños están a la espalda, y los mayores intentan asomar la cabeza para ver lo que pasa. Aunque la mayoría van dormiditos, o con la cabecita a un lado mirando la calle. Me llama la atención porque yo siempre tengo la curiosidad de ver a los niños, darles un beso o pasarles la mano por su cabecita. Normalmente aquí “no se presta mucha atención” a los bebés. Imagino que será porque todo el mundo tiene muchos niños y no son un artículo de lujo en extinción con en las Islas.
Señor, tú también fuiste niño y seguramente después de aquella visita de los pastores y los magos, nadie más reparó en Ti. Pasaste como uno de tantos, nadie notó tu presencia. Y sin embargo, fuiste creciendo “en estatura, sabiduría y gracia ante Dios y los hombres”. Estos bebés pegaditos a sus mamás están siguiendo tu ejemplo, nadie se percata de su presencia. Que en ellos crezca tu Gracia.
Munhava, quinta-feira 21 de Fevereiro de 2008
Mis salidas “al mundo exterior” son normalmente a las 18h. Es el momento en que aparco el estudio y salgo a dar un paseo por el barrio. Hoy visité la comunidad de São Quisito, que es limítrofe con la casa parroquial. Me gusta salir solo y perderme un poco por esos caminos. Ando como si conociese cada vericueto y sien embargo estoy perdido. Sigo a la gente como si fuese a un lugar determinado, y observo lo que voy encontrando a mí alrededor.
Disfruté viendo a los niños correr en bandas, están todo el día jugando solos, sin adultos que los vigilen de cerca. Ellos corren descalzos y sucios de la cabeza a los pies, por aquellos caminos de barro y basura. Cuando llegué a cierta altura, encontré a un hombre lavando un caldero (panela) en una vala, que para entendernos es una cloaca al aire libre. Las valas son acequias de drenaje de aguas fecales y agua de lluvia, así que van cargaditas de todo... Los niños juegan con esa agua que yo no me atrevo ni siquiera a tocar, no sólo porque es negra, sino porque van llenas de basura. Pues ahí, plácidamente lavaba aquel señor su caldero para cocinar.
Es muy comprensible que ahora el cólera esté haciendo estragos en la población. Nadie tiene agua potable en sus casas, así que todos deben ir a las fuentes públicas. Pero las fuentes llevan un agua muy mala, tanto que el gobierno no se cansa de repetir que la deben hervir, filtrar y poner químicos antes de usarla. Pero ahí aparece el segundo problema: nadie tiene energía (luz) ni gas (más caro que en España) en la casa, y cocinan a leña o carbón. El carbón es carísimo, y la leña un poco más barata, pero la que se compra es para cocinar la comida. Conclusión: no se puede gastar dinero en hervir agua.
Como era lógico me perdí. Un joven me indicó por donde salir, y en una de esas picadas (salidas estrechas) me encontré con gente de la parroquia que me hablaron en chisena y me mostraron la salida. Estaban contentos, toda la familia sentada a la puerta de la casa sobre unas esteras.
Así es la vida aquí Señor: yo todavía sobrecogido por lo que veo, mientras que la gente pobre está feliz; yo que no sé si sería capaz de vivir en esas condiciones, y ellos disfrutando de la familia sentados a la puerta y conversando; yo perdido y sin saber a dónde voy, y ellos sabiendo que Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida.
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