Luisa Mafo será quien ponga nombre a los mártires de Guiúa: “Luisa Mafo y compañeros mártires”. El curso de catequistas duraba 2 años, pero para ellos -Luisa Mafo, su nieto de 5 años y su hijo de 12- sólo fue un día. Por eso voy a transcribir el relato que se leyó en la misa de hoy en el cementerio narrando sus últimas palabras ante su comunidad.
Antes de salir para Guiúa, la comunidad hizo una fiesta de despedida para la familia de Luisa, se cantó y se bailó. Había un ambiente de fiesta. A pesar de que la fiesta era muy bonita, ella revelaba en su rostro que esta muy emocionada. Pidió un momento de silencio y de oración por ella y por su familia.
Después de esos momentos, explicó su sueño, que hizo llorar a muchos. Dijo: “Hermanos, recen mucho por mí, porque estoy en un momento muy difícil de mi vida. Voy para Guiúa por Voluntad de Dios, pues el sueño de anoche me asustó. Soñé con dos cuadros delante de mí. Uno era muy bonito, con muchas cosas atrayentes; el otro traía la cruz de Cristo. Y me decían que escogiese…
Con este sueño estoy presintiendo que no volveré de Guiúa; pero tengo que ir porque el Señor me llama para ir allá, tengo que escoger la cruz de Cristo. Por eso, hermanos, recen mucho por mi, porque debe ser la última vez que nos veamos.”
Después de un ambiente de alegría, todos los corazones fueron inundados de tristeza y todos los cristianos presentes lloraban y algunos decían: “Entonces, se es así, mejor que te quedes”. Pero ella no aceptó.
Esto ocurrió unos días antes del 22 de marzo de 1992, y los presentes nunca olvidarán las palabras de Luisa Mafo. Cuando escuché este testimonio en la misa me emocioné. Cada día soy más consciente de la presencia de Dios en el corazón de este pueblo dispuesto a asumir la cruz del martirio por amor a Dios y como servicio a su comunidad.
A ellos, niños, mujeres, hombres y ancianos mártires de Guiúa, les diste la palma del martirio. Prepara mi vida y mi corazón para que cuando pase por ese momento esté dispuesto –si es tu Santa Voluntad- a seguir tu testimonio y el de Luisa Mafo y compañeros mártires.
Munhava, domingo 27 de Janeiro de 2008
Los niños se asomaban a la puerta con curiosidad al oír la música y el canto. Estaban totalmente bendecidos por la lluvia torrencial que no paraba de caer. Estábamos celebrando la misa en el núcleo de São Timóteo, en la comunidad de São Paulo, dentro de un almacén del animador de la comunidad. Cuando la lluvia comenzó a pegar más fuerte, la mayoría de los niños se quitaron la ropa y desnudos en la puerta de la “capilla” se bañaban al son de tambores. Era una fiesta.
El núcleo está a 100 metros escasos de mi casa, pero los charcos y el fango lo inundan todo, por lo que casi no se podía caminar. Bueno, yo no podía caminar, porque la gente que va descalza o con cholas pasa por los charcos como nosotros por Triana.
Al terminar la misa, el núcleo tenía preparado un “lanche” (aperitivo) para los presentes. Trajeron un pollo cortado en trocitos tan pequeños que dio para todos y sobró. Un auténtico milagro. También trajeron refrescos y cervezas, que también se comparten porque no hay para todos, y la gente está feliz. Muchas mujeres sentadas en el suelo como es tradicional, y hombres en los bancos.
Para los animadores, sacerdote y responsables, la mesa del banquete eucarístico pasó a ser mesa de banquete de los pobres. Todo un signo: compartiendo un poco de bebida y un poco de comida, todo servido con el mayor esmero y el máximo respeto (incluida la palangana y la toalla para lavarse las manos).
Señor, aquí me cuesta estar a la mesa como el que sirve, porque estoy acostumbrado a otro tipo de relaciones. Sin embargo, doy gracias a Dios por esta gente que valora la presencia del padre a quien se esmeran en atender. Enséñame a rezar por ellos, a dar mi vida por ellos, a amarlos como ellos me aman, como Tú me amas.
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