Songo, viernes 18 de noviembre de 2022
“Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar” Estos versos de Gustavo Adolfo Bécquer en esta oda al amor perdido, a su amada, son los que primero me vinieron a la cabeza en el adiós del río Zambeze. Las niñas se iban felices, pero yo me quedaba vacío, sin sus sonrisas, su timidez, su alegría, su vitalidad, sus ganas de aprender… Allí se subieron juntas en una canoa para ir a Mulumbua con sus familias. Se lo merecen, porque han demostrado una gran madurez siendo tan pequeñitas.
La despedida comenzó con el almuerzo en el que participamos los tres curas, tres monjas (Olinda, Felisberta e Irene), Fátima, Ana y las niñas. Primero rezamos juntos el rosario orientado por el padre Alberto que enunció los misterios gozosos por ser un día de alegría para las niñas. Luego tuvimos un pequeño descanso con juegos y seguidamente pasamos al almuerzo, muy bien preparado por Fátima y Ana.
Después de un pequeño descanso las llevé al río. Mientras subían al coche estaban radiantes y nerviosas, y pasaron todo el trayecto cantando. Al llegar al río Zambeze vimos que la canoa se acercaba a nuestra orilla, así que esperamos un poco y luego fueron subiendo con sus mochilas cargaditas de cosas: una muñeca, chupa-chups, roscas, pedazos de queque, zumos, ropa, caramelos, y otras cositas.
Tatenda! Sueño con niñas que abrirán horizontes nuevos; niñas que suben montañas “de problemas”, pero que las bajan cargadas de soluciones; sueño con niñas que abrirán puertas a otras niñas; sueño con mujeres de transformación y de cambio; sueño con mujeres de fe y compromiso; sueño en fin con un mundo nuevo donde Tú y ellas sean las protagonistas de la tan ansiada revolución del amor. Gracias Señor por este año junto a ellas, y sólo te pido que “Vuelvan las oscuras golondrinas…”.