domingo, 22 de enero de 2012

Lo que hoy vieron mis ojos, tocaron mis manos y oyeron mis oidos...



Sábiè, quarta-feira 14 de Dezembro de 2011


Quizá la vida te sorprende cuando menos te lo esperas. Lo que hoy vieron mis ojos, tocaron mis manos y oyeron mis oídos, sobrepasa todo lo que alguna vez vi o imaginé sobre la pobreza.



A tan solo 2 km de mi casa vive Francisco Sitoe. No puedo describir su casa porque no llegaba a ser una casa. Lo único que puede darle categoría de tal es que dentro vive una persona, un hijo de Dios. Sitoe debe tener unos 80 años, o por lo menos es lo que aparenta. No tiene familia, y vive solo debajo de unas cañas y unas latas de cinc. Su casita no tiene ni puerta, ni silla, ni cama... Fue juntando ropa vieja y se acuesta sobre ella a modo de colchón. Todo está a la vista desde fuera, nada está oculto a los ojos de quien pase por allí.


A él lo encontramos sentadito haciendo cestos para aventar el millo o los manises. Nos recibió con una amplia sonrisa. Ya Paco me había hablado de él como un candidato para el asilo. Fuimos con Doña Anifa y el Profesor Albino para darle un buen baño y llevarle algo de comida. Pasamos primero por casa de su vecino, el régulo, que también nos acompañó.


Nos dijeron que había pasado casi una semana sin comer porque su vecino había viajado para Sudáfrica, y sus hijos no atendieron al viejito. Sin embargo, Francisco no paraba de decir: Inkomu! Y aplaudía, y repetía con voz de sorprendido y feliz: “Mauelele!” (que es el apellido del profesor Albino).


Los alrededores de su casa estaban llenos de basura. Así que Anifa se dedicó a limpiar su casa. Entre ella y yo pusimos al sol toda la ropa que hacía de colchón, y le limpiamos su terreno. Muchas cosas que yo pensaba que eran basura, Anifa me las quitaba de las manos y me decía: “Esto le sirve para tal o cual cosa”, pero yo sólo veía pura basura.


Mientras unos limpiábamos, otros le dieron un buen baño, con un jabón que llevamos y un saco para frotarle bien. Lo agradeció como un niño chico.


Paco me animó a ir para conocerlo y llevarle algo de comida que compré hoy por la mañana en la Villa (harina, azúcar, tomates, arroz, aceite...). Y él lo recibió todo con tanta alegría que casi me hacía sentir vergüenza.


Inkomu! Creo que es la persona más pobre que he conocido. Esta semana Francisco estuvo comiendo semillas de un árbol que crece junto al río. A veces duerme donde encuentra comida. Es muy bajito y tan flaquito que dan ganas de abrazarlo y quererlo. Sin embargo, también puede ser la persona más feliz y agradecida que he conocido en mi vida. Inkomu swinene! Nunca pensé que tuviese los ojos tan ciegos, que fuesen capaces de ver a Francisco a tan sólo 2 km de mi casa durante 3 años. Ábreme los ojos, las manos y el corazón.

1 comentario:

luzmary dijo...

Me ha llegado al alma.