Missão,
quarta-feira 26 de Setembro de 2012
La tarde caía mansa e suave, tanto que sólo
me apetecía contemplarla y sentirla refrescando mi piel. Estábamos en
Fongotuine porque fuimos a visitar al Núcleo de Santa María y también a
llevarle al sr. Lourenço una silla de ruedas.
No
es fácil describir lo que se siente, cuando en medio de la extrema pobreza sólo
ves sonrisas y palabras de agradecimiento, danzas y cantos de alegría. Creo que
éste es el motivo que secretamente me trajo a África y que me mantiene aquí
encadenado con suaves esposas. Lourenço tuvo una vieja silla de ruedas de la
que sólo queda el esqueleto, y que fue mi asiento mientras lo visitamos. Todos
los demás se sentaron en esteras incluidas las Hermanas.
Lourenço
es tan pequeñito y está tan deforme que sus manos no le llegan para poder usar
las ruedas, sus pies no los puede apoyar en el reposa-pies y su espalda no
puede descansar en el respaldo de la silla. Sin embargo, nada de eso le impedía
tener la sonrisa más agradecida y linda que el propio atardecer.
De
allí nos fuimos a visitar a otro viejito y a su esposa, tan pobres que aquí no
tenía ni una silla de ruedas vieja para poder sentarnos, y nos tocó sentarnos
en bidones mientras ellos lo hacían en el suelo. El viejito es encantador. Fue
bautizado en 1939 y vive con una nieta de 5 años huérfana, y con su esposa. Se
les ve muy felices. Cuando el Sol nos abandonó pareció iluminarse nuevamente la
Tierra con el humor de Alberto y Albino, que hacían bromas sobre la futura boda
sin zapatos de estos viejitos.
Inkomu!
Historia de sillas y de regalos, como la gallina que Alberto nos dio y que
Themba no soltaba por nada del mundo. Historia de sonrisas y pobreza. Me
sorprende el alma humana llamada a la alegría, al agradecimiento, a la fiesta,
al encuentro Contigo, al banquete del Reino, que aunque pase por mil
calamidades siempre sale a relucir haciendo que renazca el Día en medio de la
Noche.
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