sábado, 21 de septiembre de 2013

Todo en un minuto...




Missão, sexta-feira 16 de Agosto de 2013

                Podría dedicar estos minutos a rezar por le sr. Williamo Gueveia que fue a Maputo para la consulta de oftalmología con Rodrigo, pero el acontecimiento del día lo vivió Rodrigo a nuestra vuelta de Maputo.
                Paramos en el Shoprite para hacer compras para casa. Rodrigo se quedó en el coche porque las Hermanitas nos dejaron mucha ropa y la llevábamos fuera, mientras yo entre en el super a comprar.
                Lo llamé porque dentro me atrasé mucho: se fue dos veces la luz y había un genterío comprando. Entonces me dijo: “Me acaba de pasar algo de película, pero no te preocupes que no me pasó nada. Estoy bien”. Pensé que la policía o algunos ladrones le fueron a robar o a molestar, pero me quedé tranquilo. Terminé de comprar y le pregunté al llegar al coche, pero no me quiso responder en ese momento, sino cuando estuviésemos viajando. Le insistí cuando estábamos saliendo del Shoprite y me dijo que había visto llegar a un coche del que se bajaron dos chinos que aparcaron junto a nuestro coche. Luego, llegó otro coche gris de cristales opacos del que se bajó un hombre negro, mientras otro permanecía en el coche. De la parte trasera bajó una niña negra de unos 16 años, se la entregaron a los chinos y éstos les dieron un fleje de billetes a los otros hombres. Ahí se cerró el negocio y todos desaparecieron. Todo en un minuto. Rodrigo no supo reaccionar.
                Cuando salí de comprar había visto a la policía en los aparcamientos y le dije a Rodrigo que porqué no les informó, o porqué no me dijo nada en aquel momento. Ahora ya era muy tarde.

                Inkomu! No sabemos qué abominaciones harán con la niña, no sabemos si es venta de niñas para la prostitución, para órganos o si para otros fines perversos, pero de hecho nada bueno le estará pasando. ¡Qué impotencia tan grande! ¡Qué fallo tan estrepitoso! El antirreino continúa veloz su camino a plena luz del día, mientras nos quedamos como meros espectadores del horror inhumano.

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