jueves, 29 de diciembre de 2022

Creo que no me necesitaba a mí, sino a Ti

 

 Songo, domingo 18 de diciembre de 2022

 

 Intento siempre reflejar lo más significativo del día, o lo que más me ha tocado el corazón, porque éste es un diario de oración, de contemplación del paso de Dios por mi vida. 

 Una joven se me acercó al terminar la misa y me pidió cinco minutos para hablar. Tuve tanto azar que no paraban de venir personas para hablar de diferentes asuntos, así que la joven tuvo que esperar pacientemente. Cuando ya todos se habían ido, nos sentamos frente a frente en unos bancos de la iglesia.

 La joven de 23 años, a la que no pregunté su nombre, comenzó a llorar diciendo: “Padre, sólo he venido para pedirle un consejo” Y comenzó a contarme su historia que, hasta hace dos años, era una linda historia de vida. Sin embargo, todo se truncó cuando comenzó a vivir con su novio, que desde el principio la traicionó con otras mujeres. Ella siempre le perdonó porque estaba embarazada y pensaba en su futura niña, mientras él la engañaba una y otra vez diciéndole que no volvería a hacerlo.

 La gota que colmó el vaso fue en estos días, pues ella se fue a Tete y una de las amigas de su novio se quedó con él, en su propia casa, esas dos semanas que ella estuvo fuera. Sin parar de llorar me preguntaba: “¿Qué debo hacer? ¿Lo debo dejar o no?” Después de escucharla con atención hasta que dejó de hablar, no me tembló la voz para aconsejarle que se fuese con su hija a casa de su madre y comenzase una nueva vida muy lejos de él. Sin embargo, lo que interiormente me preguntaba era otra cosa: “¿Por qué necesitaba el consejo de un cura para tomar una decisión que estaba cantada? ¿Cuánto miedo le tendría a él, cuántas cadenas la estarían sujetando, cuánta violencia estaría sufriendo en su interior?...” Claro, los torturadores, los esclavistas, los machistas inhumanos, los secuestradores de vidas, los carceleros de mujeres… crean todo un ambiente de inseguridad alrededor de sus víctimas para que “siendo libres”, no tengan libertad. 

             

Tatenda! Fue la primera vez que la vi. No sé quién era. Creo que no me necesitaba a mí, sino a Ti, y por eso vino a mí, porque te buscaba, buscaba Tu Palabra, tu aliento, tu fuerza. Esta joven y yo no nos conocíamos, pero ella me abrió su corazón, como quien se lo abre a su madre, y por eso sé que lo que en el fondo quería era conocer tu Voluntad. Estoy seguro de que hablé en tu nombre, allí junto al sagrario, con tu presencia amorosa y tierna, dándole alas para retomar el vuelo… Vuela amiga, vuelen amigas y no tengan miedo a quienes pueden matar el cuerpo, pero nunca podrán encerrar sus almas.

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