sábado, 22 de julio de 2023

Oscuridad


Songo, viernes 07 de julio de 2023

 

            Lo que jamás hubiese soñado, tristemente sucedió. Mércia Carvalho es la directora de la prisión de Songo, una excelente persona y profesional. Había estado de viaje con su marido en Brasil. Unos días antes, me había llegado una carta de la cárcel pidiéndome 50 sacos vacíos de harina, para que los presos pudiesen almacenar el millo de este año. Les dije que se los llevaría ayer jueves, pero en la panadería me dijeron que sólo tendrían esa cantidad de sacos el viernes. El jueves recibí una llamada de Mércia pero no pude responder, así que el viernes cuando llegué al centro penitenciario le devolví la llamada con la que me quedé petrificado.

            Su respuesta al coger el teléfono fue: “No estoy bien, padre”. Como es natural, todas las alarmas saltaron. Le pregunté qué pasaba y me contó que mientras ella estaba fuera un preso de Songo se fugó y días después fue capturado, porque se puso a bailar Nyau en una fiesta y lo reconocieron. Avisaron a la policía y lo detuvieron, primero lo llevaron a la comisaría y luego de vuelta a la prisión. La tragedia fue que en esos cuatro días lo torturaron de tal forma que acabó falleciendo.

            Como estaba en la puerta misma de la prisión, me alejé un poco para que no me escuchasen los funcionarios, que salieron al oír mi coche para recoger los sacos. Me notaba frío y descompuesto ante aquel macabro asesinato, en un lugar que siempre había tenido como una referencia de humanización de la prisión. No sabía ni qué decirle a Mércia. Ella continuó diciendo que estaba todo en investigación y en manos de los tribunales, porque no se sabía a ciencia cierta si los torturadores fueron los funcionarios de la prisión o si habían sido policías. De cualquier forma, aquel joven que estaba preso por robar, ya estaba muerto hacía varios días, y su cuerpo estaba en manos de los médicos forenses de Tete. Todavía ahora, lo escribo y mis dedos tiemblan sobre el teclado.

 

            Tatenda! Me pude desahogar un poco gracias a una llamada telefónica que tuve en aquel momento, porque mi cuerpo estaba en tensión. Señor, te pido por Mércia que está sobrecogida, pues ella siempre ha transmitido a los funcionarios la importancia de tratar con absoluta dignidad a estos jóvenes reclusos. Te presento la vida de este joven fallecido por la brutalidad policial, y que su familia ahora llorará sin consuelo. Gracias por todos aquellos que dan su vida por humanizar las cárceles, como Javi y Mércia, para hacer un mundo más humano.

No hay comentarios: