miércoles, 1 de marzo de 2023

Él solito vino a mi casa para abrirse camino en la vida

 

Songo, lunes 13 de febrero de 2023

 

            Edú estaba esperándome sentadito en el garaje. Inicialmente no lo reconocí, porque ya hacía mucho tiempo que no lo veía y a esas edades cambian mucho. Ya tiene unos 14 años. Su historia es dura, pues hace dos años se murieron su padre y su madre, y sus abuelos fueron a Changara y se lo trajeron a él y a su hermanito pequeño Ide, mientras que los mayores se quedaron con otros familiares.

            El año pasado fue toda una gimnasia poder matricularlo porque llegó fuera del plazo de matrícula, y para ponerlo todavía más difícil, su nombre en la documentación de la escuela (Esaquiel) no coincidía con el de su inscripción en el registro (Edú). Después de solventar ese problema lo matriculamos y acabó el 7º curso.

            Cuando se levantó vi que tenía su expediente escolar en las manos, así que después de saludarlo, le pregunté qué quería. Me dijo que quería matricularse en el instituto. Nos subimos al coche y fuimos conversando por el camino. Le pregunté por sus abuelos y me dijo que ambos están en el campo (aquí debo explicar que, para tener una buena cosecha, todos los agricultores en el tiempo de lluvias, permanecen en sus tierras porque son arrasadas por los monos, y se quedan allí día y noche). Le pregunté si les habían dejado comida y me dijo que la harina que les dejaron se había acabado, pero que ellos comían en casa de los vecinos.

            En la escuela secundaria me recibió el director y me dijo que la matrícula había finalizado el día 21 de enero, y que estaban con una media de 85 alumnos por clase en octavo curso. Inmediatamente pensé en mis hermanos, si tuviesen que dar clases con toda esa multitud de chiquillos. Le pregunté a Edú porqué no había venido antes, y me contestó que estaban en Changara (a unos 150 km) y que no tenía dinero para el transporte, y por eso se tuvieron que quedar más tiempo hasta que consiguieron dinero para pagar la guagua.

El director de la Escuela Secundaria de Songo me dijo que fuese a la Escuela Primaria Creadora del Hombre Nuevo, donde tienen salas anexas, para ver si allí estaban en mejores condiciones y así poder matricularlo. De nuevo al coche, y de nuevo charla con el director de la otra escuela. El panorama era el mismo o incluso peor, porque ni siquiera tienen suficientes profesores. Él mismo llamó a la directora de la Escuela de Canchenga, para plantearle el caso, porque también allí han creado otra sala anexa de la Escuela Secundaria de Songo. La directora aceptó a Edú, y aprovechó para pedirle al director más profesores para su escuela porque tienen todos los primeros con más de 80 alumnos, teniendo en cuenta que es su primera vez en la escuela y los niños y niñas no tienen hábitos adquiridos, ni siquiera han cogido un lápiz en su vida. Yo escuché la conversación mientras respondía interiormente a mis preguntas sobre la nefasta calidad de la educación en Mozambique.

            De allí nos fuimos a Canchenga donde, después de pagar unos dos euros, recogieron sus papeles y quedó matriculado. En el coche le volví a preguntar a Edú por su hermanito Ide que ya tiene 6 años. Me dijo que está matriculado en la Escuela Primaria de la Libertad, donde están las niñas del internado, pero que no ha ido a la escuela porque no tiene cuaderno, ni lápiz ni uniforme. Edú tampoco tenía nada, así que nos fuimos directamente a un taller de costura para que le hicieran dos uniformes. Mañana vendrá otra vez con su hermanito para resolver la cuestión de uniformes y material escolar.

 

            Tatenda! Edú es uno de tantos niños mozambiqueños. Un niño sin padre ni madre, con sus hermanos dispersos, viviendo con sus abuelos en la extrema pobreza y ahora solitos día y noche, teniendo que comer en casa de los vecinos -que muestran su gran corazón-, sin material para la escuela y con la ropa que era un poema… Miré sus notas del año pasado y sentí que lo aprobaron por obligación, pues el ministerio de educación exige un altísimo número de aprobados. Hoy te doy gracias porque en medio de todo esto, él solito vino a mi casa para abrirse camino en la vida, para poder seguir estudiando, para poder seguir creyendo en la vida, apostando por su futuro. Es un niño, pero sabe luchar por él y por su hermanito. Dales tu fuerza para que nunca dejen la escuela, y dame sabiduría para poderlos acompañar en libertad.

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