viernes, 15 de septiembre de 2023

La cultura que me rodea

 

Songo, domingo 10 de septiembre de 2023

San Nicolás de Tolentino – La Aldea


            Cuando estoy en el Ingenio de Gran Canaria, la Aldea son mis antípodas; cuando estoy en Mozambique, siento que mis antípodas son la cultura que me rodea. Las religiosas franciscanas me pidieron que estuviese presente en una reunión del internado, porque tuvieron un problema con las jóvenes.

 

            Una noche les entró un búho en el cuarto y se armó la de San Quintín. No por lo que pensaría cualquier occidental de mentalidad racional, no. El alboroto vino porque querían saber quién era ese búho, quién les envió ese búho y qué pretendía hacerles. Es decir, para ellas ese búho es alguien que, “disfrazado” de búho, les quiere hacer algún mal. Al día siguiente una de ellas soñó que, si iban a la escuela, una de ellas moriría atropellada, así que decidieron no ir a clase. ¿Y qué hicieron? Ni cortas ni perezosas se fueron a un profeta para preguntarle sobre quién estaba detrás de todo esto.

 

            El profeta les cobró unos dos euros por persona, y son unas quince. Es decir, el profeta se puso las botas ese día, y para rematar la jugada les dijo que la cocinera del internado, Dª Isabel Djipissone les estaba echando unos “polvos” en la comida. Es decir, acusó a la educadora del internado como hechicera o bruja. Una vez que ya “sabían la causa de todos los males”, decidieron convocar una reunión entre la dirección del internado y sus familias. Además, volvieron al profeta que les dijo que el hechizo de Isabel haría que sus familiares no les hiciesen caso, es decir, se cubrió las espaldas.

 

            Cuando escuché el relato de los hechos me sentí en las antípodas culturales, como si estuviese escuchando un cuento de hadas y brujas, leyendo “Harry Potter” o viendo “El Señor de los anillos”. Llevo más de 15 años en Mozambique, y estas historias me tocan un día sí y otro no, pero siempre me hacen sentir lo lejos que estamos, estando tan cerca. Puedo tocar sus manos, sentir su olor, apreciar sus paisajes, pero siento un abismo entre mi racionalidad y su realismo mágico, con perdón de Gabriel García Márquez.

 

            Tatenda! Mientras jugaba con las niñas en el parque, vestiditas con sus trajes nuevos, todo me parecía normal. Sin embargo, sé que estamos en dos planos diferentes de la realidad. ¿Cómo hacer para ayudar a estas niñas a explorar nuevos mundos? ¿Qué puedo hacer para abrirme a esta cosmovisión mágica de la vida, para entenderla desde dentro? ¿Cómo evangelizar la cultura? Tú, Señor, siempre preguntabas: “¿Qué les parece?” y hablabas en parábolas… Confieso que sólo pude escuchar y no conseguí decir ni una palabra, en una reunión de casi dos horas. Ábreme el corazón, ábreles la razón…

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