lunes, 2 de octubre de 2023

Abrir una nueva escuela

 

Songo, viernes 29 de septiembre de 2023

San Miguel, San Rafael, San Gabriel…

 

 

            Ha sido el último día de una formación intensiva para animadores y catequistas de todas nuestras comunidades. La experiencia fue hermosa, pues se encontraron aquí personas de Chirodzi, Nyauliri, Cabvulancie, Maroeira, Nyantalala, Nhandoa, Caliote, Songo, Mulumbua, Chodzi-Ndirilhe, Chiputi, Chidenguele, Finzi e Chiputi, es decir, de todas las comunidades inmersas en la lengua local, Cinyungwe (se lee, chiñungüe).

 

 

            Estuvimos juntos de lunes a viernes. Lo bueno de quienes viven en el mundo rural es que una vez que han recogido su cosecha ya están libres. Es decir, desde junio hasta octubre es buen momento para poder organizar encuentros y espacios de formación. Hoy hicimos nuestra evaluación y una de las cosas que más valoraron fue la comida. Cuando pensé en esta formación, mi mente se centró en los facilitadores, en objetivos, actividades y contenidos, que sin duda alguna fueron muy buenos; sin embargo, quizá lo que más les gustó fue la comida.

 

            Me sorprendieron varias cosas. La primera sorpresa fue que ayer y hoy no dejaron rastro de comida: ni pan, ni xima, ni mantequilla, ni mermelada, ni carne… nada, no quedó absolutamente nada. Comieron de tal forma que hasta dejaron a nuestro cocinero sin nada. Pero, además, se llevaron botellas de plástico de 2 litros, una botella de aceite de 5 litros y una tarrina vacía de mantequilla que necesitan para llevar gasolina, guardar semillas, etc…. Nos reímos porque sabemos que ellos pensarían que era “la fin del mundo” -como decía mi madre-. Y la segunda, que cuando único aplaudieron espontáneamente durante la evaluación, fue cuando les dije que se podían llevar la identificación que llevaban colgada al cuello. Me llamó la atención porque a mis    ojos es algo sin ningún tipo de valor, pero para ellos fue el mejor regalo.

            A los que son de Maravia los llevé al río muy contentos, cargados con ropas de Cáritas para distribuir en sus comunidades y llevando sus credenciales por haber participado en este curso.

 

            Tatenda! Cuando ya se iban, el animador de Chiringa se acercó para entregarme una petición formal: abrir una nueva escuela en su pueblo. Trajo la lista de todos los niños y niñas de más de seis años que tienen documentos (casi 50). Es decir, que pueden ser fácilmente cien niños sin escolarizar. Inicialmente se me vino el mundo encima, poque creo que no puedo con más de lo que ya tengo, pero después recordé que esa comunidad se llama “San Martín de Porres” y pensé en mi madre y en el cuadro que todavía conserva mi hermano Roberto en su casa. Y me dije: ¿realmente me puedo negar a esta nueva misión? ¿no es una señal clara que debo escuchar y atender? Chiringa es un lugar olvidado por todos, menos por Ti. Así que te pido que me des papel y lápiz para sumar Chiringa a la lista de escuelas del 2024: Escuela Primaria de primer grado “San Martín de Porres” de Chiringa.

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