miércoles, 11 de octubre de 2023

Posiblemente no vuelva nunca a Capiriuta, pero ya quedó grabado en mi corazón

Domwe, sábado 07 de octubre de 2023

Ntra. Sra. del Rosario

 

            Todas las personas a lo largo de su vida tienen días que saben que nunca olvidarán: el nacimiento de su primer hijo, un accidente grave, el día en que aprobó sus oposiciones, la muerte de un familiar querido… pues yo tengo muchos de esos días y hoy sumo uno más: la boda de Artur y Luisa.

            Ayer hicimos entre 400 y 500 km para llegar hasta aquí. El camino fue muy bueno. Artur tenía que hacer la ceremonia tradicional de presentación y entrega de anillos en casa de la novia, pues los mangoches (chewas) son de cultura matriarcal. Una de las cosas que hicieron fue cubrir con dos grandes capulanas (makumi) a la que sería su esposa y a otra joven del mismo tamaño y complexión, para que Artur adivinase quién era su novia, y en caso de no acertar tendría que pagar una cantidad de dinero. Gracias a Dios superó la prueba.

            Hoy se celebró la boda a las 09H:00, y hubo otra a las 06H:00. El canto de entrada fue “rumor de ángeles”. Lo grabé según entrábamos porque sonaba tan bien que parecía elevarnos a otra dimensión. La celebración fue toda en Chichewa, así que no me enteré de nada, pero lo fundamental era evidente a los ojos.

 

            La ceremonia fue muy vivida, muy alegre, muy de fe, muy al estilo mozambiqueño. Todo terminó en la iglesia sobre las 12H:00, y en seguida comenzamos los preparativos para ir al pueblo de la novia: Capiriuta. No podíamos imaginar dónde quedaba la casa de la novia. Si tuviese que resumir diría que llegamos a las 17H:00, que tuvimos que parar tres veces para levantar a pulso el coche de los novios, que atravesamos dos pequeños ríos, que hicimos kilómetros y kilómetros de campos que esperan las primeras lluvias para ser sembrados, que pasamos por pequeñas aldeas de campesinos donde no había ni vacas, ni arados y mucho menos tractores, sólo personas con sus sachos preparando cada surco con extrema delicadeza. Me daba la impresión de estar en un cuadro realista de mediados del XIX, es decir, un regalo para todos los sentidos, menos para el sentido de justicia.

 

           Finalmente, y casi por gracia divina, llegamos al destino, donde la alegría en la acogida del pueblo nos hicimos olvidar, por momentos, el cansancio del viaje. Aunque debo confesar que según me senté, me entró sueño, porque a todas estas no habíamos comido nada. Participamos en las danzas, y comprobamos que la moneda de cambio allí es el Kwacha y no el Metical, pues en un baile sacaron un cesto enorme y comenzaron a echar dinero, muchos billetes que no valían nada (1€ = 1.228 Kwachas) y nos reíamos porque le dieron un fajo de dinero que no daba para comprar “fósforos”. Comimos mientras anochecía y luego nos dimos un paseo por el pueblo, donde vimos la hermosa casa que le prepararon a los novios y también estuvimos en la casa de la madre donde la pobreza asomaba en todo su esplendor.

 

            Tatenda! Regresamos despacito, cansaditos y de noche. Lo bueno es que cuando regresamos, el camino “se hace más corto”. Además, disfrutamos de la alegría desbordante y de la fe de aquel pueblo. Gracias, gracias… Posiblemente no vuelva nunca a Capiriuta, pero ya quedó grabado en mi corazón.

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