jueves, 20 de diciembre de 2012

Valente: Todas sus pertenencias iban dentro de un saco


Missão, quinta-feira 08 de Novembro de 2012


                Si tuviese que elegir qué hacer un jueves cualquiera, haría lo que Dios me ha pedido hoy: lavar los pies a un anciano. Puede parecer romanticismo, o tal vez, una simplona caridad, pero lo viví como un auténtico Jueves Santo, como un Jueves Sacerdotal, como el día de mi Ordenación, como una Viva Eucaristía.

                Valente Mavizi no nos esperaba en Ndindiza como habíamos quedado. Llovió ayer noche y él pensó que no vendríamos a buscarlo. Pero como fuimos a Mugkakaza, al regreso cumplimos con nuestro compromiso. : ropa y una cuchara. Tiene unos ochenta años y despierta toda la ternura del mundo. Le dije que no sería necesaria esa ropa, pero insistió en llevársela.

                Valente olía a viejo. Nada más llegar a casa, llamé a Sansom para que viniese a pelarlo. Primero comimos y luego lo peló. Al terminar, me lo llevé al baño y lo afeité sentadito en una silla. Luego, calentamos agua y le dije que, si no le daba vergüenza, lo ayudaría a bañarse. Así fue. Le dí un buen baño con agua calentita, mientras estaba sentado en un taburete. Disfrutó como un enano. Gracias a que tenía una esponja que me facilitaba mucho el trabajo. El agua bajaba negra. No paraba de echarle jabón y champú. Se quedó “goliendo a limpio”.

                Mientras lo bañaba y le lavaba los pies, no paraba de pensar en el Evangelio, en el día en que consagré mi vida a los pobres, y en tantas noches de Jueves Santo en que “representamos” ese lavatorio de los pies, y pude sentir ese Evangelio en mi propia piel. Como estaba descalzo, sus pies eran todo un poema que hablaba de pobreza, de caminos, de piedras, de espinas, de bailes, de carreras, de barro, de heridas y sobre todo de búsqueda.

                Luego le di ropa limpia, y salió como un “chiquillo nuevo”. Bromeé diciéndole que mañana iba a ligar en Maputo. Mientras nosotros rezamos, él se quedó viendo una peli de Kárate, y luego cenó una tortilla francesa y un café con leche. Parecía otro hombre. Es muy fino y culto. Mientras lo bañaba me contó su historia, y los trabajos que desempeñó. Toda una joya que el destino olvidó entre Ndindiza y Baptine.



                Inkomu! Gracias Señor por llamarme al sacerdocio, por llamarme a lavar los sucios pies de mis hermanos, por llamarme a compartir lo que tengo y soy con los más pobres de la Tierra, por llamarme a vivir en un permanente Jueves Santo, o lo que es lo mismo: Gracias por llamarme a hacer de mi vida una eucaristía-lavapies para los pobres.

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