viernes, 21 de diciembre de 2018

Los primeros saludos estuvieron cargados de alegría.




Maputo, quinta-feira aos 29 de novembro de 2018
Lar dos Anciãos Desamparados
            Son casi las 10 de la noche y estoy tan acelerado que, aun estando muy cansado, no consigo dormir. Ayer no tuve siesta, ni tampoco dormí en el avión, pero no consigo pegar ojo.
¿Por qué? Porque estoy en Mozambique. Desde que aterrizó el avión sentí que me crecía el pecho, el corazón me latía con más fuerza y no hay quien me borre la sonrisa de la boca: estoy feliz. Durante todo el día no he parado de hacer cosas, pero sobre todo de enviar mensajes a los familiares y amigos para que puedan sentir mi absoluta felicidad.
Llegué sobre las 07:45h y cogí un taxi hasta la casa de las Hermanitas. Los primeros saludos estuvieron cargados de alegría. Especialmente cuando vi a vovó Madalena de Vahla y al Sr. Alberto Paipane. Las hermanitas me han tratado a cuerpo de rey y me han contado sus peripecias, que me ayudan a volver a esta realidad, a la realidad. Siempre digo lo mismo: esta es la realidad del mundo, y lo que vivimos en otras latitudes son pequeñas burbujas que impiden ver qué ocurre realmente fuera. Esta mañana mientras iba por la calle observándolo todo, vi a un señor lavando zapatos en el agua de una alcantarilla, pero a su lado había otro que se estaba lavando los brazos con esa misma agua, los niños jugando a recoger basura en los canales de aguas sucias, las mujeres sentadas vendiendo comida en las calles… Y todo se ve con normalidad, con naturalidad.
Estuve caminando por Maputo desde las 10 hasta las 14:30 y me dio tiempo de hacer una radiografía del estado del país. Entré en un chapa-100 y sufrí hasta quererme bajar antes de la parada, porque no aguantaba estar doblado y apretujado tanto tiempo sin poder sentarme, pero me sirvió de toma de contacto, porque además me sentía tan feliz que ni ese sufrimiento me logró vencer.

Khanimambo! Sólo me faltó una cosa: celebrar la eucaristía, porque sentí la necesidad de darte gracias cantando y bailando con este pueblo. Sin embargo, viví cada minuto como una gran eucaristía: cada conversación, cada encuentro, cada abrazo, cada mensaje, cada llamada, cada saludo y cada mirada, fueron como un gran sacramento de encuentro en el que me sentí invitado a compartir el pan de los pobres, el pan de Dios.

1 comentario:

Unknown dijo...

Tu felicidad es la de medio mundo, jajaja