miércoles, 22 de octubre de 2008

Lunes 25, Martes 26 y Miércoles 27 de Febrero de 2008

Munhava, segunda-feira 25 de Fevereiro de 2008

Como ya se va haciendo costumbre... fuimos a la playa. Mateo, Antonio y yo, quedamos en la Makuti para darnos un baño y trabajar la formación en equipo. Primero pasamos por el Shoprite, donde aún me sorprenden los precios de los alimentos. Todo es más caro que en Gran Canaria: una lata de atún, aceite, fruta, café, galletas, etc… Todavía “me cuesta” entenderlo, pero es así.
Primero tomamos un baño, y luego comenzamos a trabajar el “Ver” de la Revisión de Vida. Me sorprendió la visión tan positiva que tienen y los signos de comunión que ven en esta sociedad, y me di cuenta de que aún tengo una visión muy negativa de la realidad mozambiqueña.

Dame los ojos del corazón, de tu Ojos, y enséñame a ver el corazón de este pueblo.

Como dato curioso vi en televisión al Presidente de la República en una visita al Norte del país. Sus palabras a la población eran éstas: “No tengan miedo de abandonar las palhotas (casa tradicional) y construir casas de “tijolo queimado” (ladrillos). ¿Han oido hablar de la televisión? Existe un objeto llamado así, que ha ayudado a progresar a la humanidad”.
Personalmente no salía de mi asombro, oyendo a todo un presidente de una nación sobre la importancia de tener una casa de estructura fuerte y sobre un viejo. y casi desfasado artilugio, llamado televisión.


Munhava, terça-feira 26 de Fevereiro de 2008

Después de aquella conversación que tuve con mi profesor Pai Mateus, me desconcertó lo que me dijo hoy: “Al padre Bernardo le hicieron un hechizo”. Su argumento comenzó de la siguiente manera: “Dios no le puede haber hecho esto al padre Bernardo”, a lo cual respondí afirmativamente. Pero luego dijo: “Si no fue Dios, fueron los hombres y sus envidias”. Y continuó diciendo que los negros son muy malos, que tienen el corazón lleno de envidia (incluidos los sacerdotes). Y amplió su reflexión afirmando que seguramente fue su propia familia la que acudió al curandero para hacerle mal, porque sentían envidia de él. Y un argumento a favor de esa tesis, es que regresaba de su primera misa en su tierra natal cuando tuvo el fatal accidente que lo ha dejado sin movilidad en sus piernas. Estaba claro: alguien de su propia familia sentía envidia de su felicidad, de su bienestar, y por eso acudió al curandero para acabar con su alegría. Yo no salía de mi asombro al oír a Pai Mateus acreditando en la realidad de la magia negra.
Pero para mi desgracia, ahí no acabó todo. Luego dejó caer que hay una segunda vía, otra posible persona que por envidia pudo hacerle mal: el Padre Pompilio, que es el coadjutor de la parroquia. El padre Pompilio estaba de diácono en esa parroquia antes de llegar el padre Bernardo, pero se negó a asumir la parroquia porque entendía que las cuentas no estaban claras con el párroco anterior. Fue entonces cuando el Sr. Obispo envió como párroco al padre Bernardo, quedando aquel como coadjutor. Pai Mateus me decía: “los padres también son misioneros, ¿qué hace ése otro padre ahí tantos años?” (sólo 3). En ese momento me quedé de piedra.
Según me dicen, en la cultura africana el mal siempre tiene una causa y un causante, y debe descubrirlo para poder cortar de raíz el mal. Por tanto, ahora el propio padre Bernardo estará buscando la fuente de su desgracia, que en su mentalidad tendrá “nombre y apellidos”. “Acabando” con quien produjo el mal tiene una posibilidad de mejora. Sólo así podrá alcanzar la salud y la paz.
Señor, ayúdame a comprender esta mentalidad africana. Y ayúdame a entenderla desde su raíz, para que pueda entrar ahí con tu Palabra, con tu Luz, con tu Evangelio de liberación.


Munhava, quarta-feira 27 de Fevereiro de 2008

Cuando voy para la misa con las hermanas, cada día tengo el mismo panorama: humo. Hay mucho humo que viene de todas partes. Son casi las 6 de la mañana y las mamás están preparando el matabicho (desayuno) para su familia, posiblemente té y alguna galleta o pan. Las primeras veces pensaba que se había prendido fuego en alguna parte, y ahora disfruto con el olor de las brasas.
Después de esta salida matutina para celebrar la misa, no volví a pisar la calle hasta la noche. Pasé el día entero estudiando, como casi todos los días, y por eso me supo el paseito nocturno.
Caminé unos tres kilómetros en dirección al aeropuerto. Es un paseo bonito. Muchas personas están de regreso a sus casas, unas van caminando y otras en bici, sin embargo los coches son muy pocos. En la orilla de la carretera hay todo tipo de puestitos de venta, y madres con sus hijos esperando que alguien compre: venden muchos plátanos, manices, dulces caseros, bebida tradicional, galletas, pescado seco, etc. Pero también hay varios puestos de mecánica de bicicletas, sobre todo para arreglar los pinchazos.
Cuando regresé a casa, Gilberto y el diácono Abilio estaban viendo “O Profeta” que es una telenovela brasileña que causa furor aquí. Si no pueden ver el episodio por la noche, ven la repetición a mediodía del día siguiente. Me choca mucho porque lo que ven es todo glamour, gente muy rica con un nivel de vida altísimo, y están como maravillados por ese estilo de vida.
El humo de los braseros Señor abre el día y me ayuda a comprender esta realidad, y por la noche “otro humo” que sale de la Televisión impide ver y ciega a los pobres con falsas esperanzas, con auténticas “cortinas de humo”. Danos ese humo del incienso que nos lleve hacia Ti; danos aquellas nubes que son lugares de revelación; y aparta de nosotros aquella humareda que nos impide ver y encontrarnos Contigo.

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