miércoles, 8 de octubre de 2014

A todo se acostumbra uno



Missão, terça-feira 16 de Setembro de 2014

                Dejé a Paco en el aeropuerto a eso de las 9.30h. Habíamos celebrado juntos la eucaristía en casa de las Hermanitas, y allí recordamos a Pepe Casas. Una despedida de hombres: “Buen viaje, saludos a tu familia, descansa, nos vemos a tu vuelta, no te preocupes en llamar”, aunque sé que dentro guardamos otros sentimientos no expresados.
Al salir me fui a comprar las llaves de cruz para los coches, pagué en EMOSE el seguro del Ford, y compré algunas cosas para comer.
Cuando ya estaba llegando a Magagwane pinché una rueda, tipo explosión. Me bajé, vi la raja y le puse el dedo encima. Cuando me apartaba para no dejar el coche en medio de la carretera, el aire dejó misteriosamente de salir, así que huí lentamente del lugar de los hechos y conseguí llegar a casa de las Hermanas donde cambié la rueda con facilidad.
Sin embargo, me esperaba otra sorpresa: el incendio que comenzó el domingo por la tarde en la Misión quemó varios postes de la luz y nos quedamos a oscuras. Es decir, Dª Virgínia nos fastidió todo lo que teníamos congelado o en la nevera después de dos días sin luz.

Ni bongile! A todo se acostumbra uno. Llegué y rápidamente localicé todas las lámparas y velas para poder estirar un poco el día. Gracias a Dios, todavía me queda batería en todos los utensilios electrónicos porque los cargué en Maputo: teléfono, ordenador, tablet… lo cual me ayuda a estar un poquito más conectado al mundo aunque sea en medio de la oscuridad de nuestro Mozambique, donde eso sí, tus estrellas brillan con más fuerza.

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