viernes, 3 de octubre de 2014

Un mundo de pobreza que supera siempre cualquier expectativa

Sábiè, quinta-feira aos 04 de Setembro de 2014

                La eucaristía abrió una mañana de acción de gracias. Luego salimos para Baptine. Pepita y yo queríamos visitar a Elisa. Pepita había preparado una pequeña formación sobre el liderazgo. Elisa me miraba sin entender ni mu. Pepita hablaba y hablaba, preguntaba y se respondía ella sola con un portugués macarrónico que sólo se hacía entender por instantes fugaces. Cuando tuve oportunidad metí baza, pero no resultaba muy elegante repetir lo que ya se había dicho, aunque fue “en otra lengua”.
                Cuando me cansé de la embarazosa situación me fui a buscar el libro robado de registros. El sábado entraron en el Puesto de Salud y robaron el libro de registros, y Elisa no informó a nadie, y ni siquiera tenía un papel para escribir las consultas. Alucinamos en colores.
                Al terminar la charla, con cierto éxito para un nivel de comunicación bastante reducido por ambas partes, fuimos a visitar algunos enfermos. Uno de ellos fue un niño de 8 años que se quemó, y que dejó la escuela porque “le gustan mucho las vacas” –según su padre que estaba bien sentado a la sombra de la cilla-. También estuvimos “persiguiendo” a un señor que, según cuentan, tiene toda la piel escamada, pero no lo encontramos.
                Por la tarde, reunión para preparar la formación bíblica con las monjas.

                Ni bongile! Acercarse a Baptine es romper la barrera de la comodidad, del confort, y ver que hay un mundo de pobreza que supera siempre cualquier expectativa. Aquí hay mucho trabajo por hacer, sobre todo en la escuela, pero ¡qué curioso!, cuando me acerqué a la escuela para hablar con los profesores, me encontré a los niños saltando y jugando. No había nadie. Me fui a la casa de los maestros y allí estaban tranquilamente descansando sin haber dado golpe.

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