miércoles, 16 de enero de 2019

Sabía que no me ibas a fallar en el último momento


Tete, sexta-feira aos 14 de dezembro de 2018

                El padre Sandro es realmente un santo hombre. Al estar con él, rápidamente he entendido por qué no aceptó la mitra. Es un hombre sencillo, abierto, trabajador, acogedor, facilitador y de los que crea buen ambiente, sin ansias de poder.
                Llegamos a Tete bastante cansados y con un problema más en nuestro coche. Se hizo de noche y justo cuando íbamos a entrar en la ciudad, que ninguno de los dos conocía (aunque yo he estado anteriormente), resulta que se nos rompen los limpia-parabrisas. No había parado de llover en todo el día, y creo que quemé el motor porque se fue parando hasta decir basta. De noche, lloviendo y sin limpia-parabrisas, y sin conocer la ciudad… consecuencia: a sufrir porque ya no podíamos parar. Me tocó ir muy despacio intuyendo donde estaba la raya blanca, pero sin aproximarme porque había muchas personas que iban a pie, además los coches me deslumbraban mucho más, pero siguiendo las indicaciones por teléfono del padre Sandro, y casi a tientas… llegamos al Obispado sin perdernos.
                Y por ir, del fin al principio, no quiero olvidar que cuando estábamos en medio de la nada, paramos para desayunar un sándwich que teníamos guardado del camping y el coche no arrancó. Gracias a Dios, el primer gran camión que pasó, se detuvo y nos ayudó poniendo el coche en marcha. Cuando llegamos a Muxúngwè buscamos un mecánico que nos limpió el motor de arranque y seguimos, sabiendo que no podíamos volver a parar.
               
                Tatenda! Sabía que no me ibas a fallar en el último momento, aunque me fallase el limpia-parabrisas, por eso nos lanzamos a la aventura de llegar a destino. Estoy agotado, pero merece la pena llegar así y ser bien recibido, con los brazos abiertos y la mesa preparada.

1 comentario:

Unknown dijo...

Siempre que Dios esté con nosotros las cosas, salen bien🙏