miércoles, 13 de enero de 2016

Todo lo que tenía para vivir...



Missão, sexta-feira 20 de Fevereiro de 2015

                “Todo lo que tenía para vivir” fue lo que el Sr. Williamo Gueveia puso en mis manos para ir al hospital. Abrió tres plásticos en los que envolvía su dinero, uno negro, uno transparente y el último era una bolsa de espagueti vacía. Entre los tres sumamos un total de 65 meticales, es decir 1,60€.
                Su casa nueva es el resumen de la pobreza absoluta donde unas cucarachas enormes campan a gusto entre la ropa metida en bolsas grandes de plástico. Fui a verlo porque me dijeron que hace un mes que no puede ni caminar por una hernia inguinal. Estaba tumbadito en una estera y con una capulana por vestido y envuelto en una manta que guardaba toda la suciedad posible.
                Después de los saludos y en medio de un olor muy fuerte debido a la falta de higiene personal, le pregunté qué le pasaba. Me dijo que tenía una hernia que le dolía mucho y que le impedía moverse. Me preguntó si quería verla y le dije que sí, se descubrió mostrando sus genitales y señaló el lugar de su hernia, que por otro lado, era muy visible.
                Le dije que lo podía llevar al hospital y me dijo que sí. Vestirlo fue una batalla. Su esposa buscó unos calzoncillos que se puso al revés, motivo por el cual intervine para ayudarlo a vestirse. Cuando acabamos de vestirlo, comenzó a buscar los plásticos con su dinero. Creo que pensaba que iríamos al hospital para ser operado y por eso me dio ese dinero, pero nuestro hospital de Sábiè con un Técnico de Medicina General por Director, sólo puede hacer transferencias. Así que lo llevé a la Unidad Sanitaria y allí después de una observación y de palpar su hernia, le dieron la transferencia para el Hospital José Macamo.
                Subir y bajar del coche para un anciano ciego y con una gran hernia, hizo que tardase casi dos horas, lo que se podría haber resuelto en 15 minutos. Me impresionaba su tranquilidad y su paz, su dejarse llevar de la mano confiado en este humilde lazarillo.

                Ni bongile! Tan pobre y tan libre, tan humilde y tan bien dispuesto a colaborar, ése es el Sr. Williamo Hleveia. Es todo dulzura y cuando habla lo hace con una paz que te deja embelezao’. Está en los huesos y no puede ni con su alma, pero no se queja, no abre la boca para decir me duele o no me hagan eso. Su paz y su confianza plena me hablan de Ti, Señor.

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